Ya sabemos que cuando íberos, celtas y celtíberos
se repartían la Península como buenos vecinos, llegaron los
fenicios en plan
comercial y se asentaron en Cadíz intentando apoderarse de las
fabulosas riquezas de Tartessos, a cambio según dicen de cuatro
chucherías.
Como los ibero-tartesios se percataron enseguida
de la avaricia de los "hombres rojos", les demostraron claramente su rechazo y
estos se vieron obligados a imponer su presencia a la fuerza, abandonando todo
disimulo.
Tenemos que añadir que la colonia de Cadíz no era
únicamente un establecimiento comercial, sino una autentica base operacional,
desde la cual los fenicios podían extender sus aventuras marítimas mas allá de
las Columnas de Hércules, en busca del estaño y otros minerales preciosos (en
la época), así como nuevas rutas comerciales.
Esta situación comercial perduro, al parecer,hasta
que Tiro fue destruida por los asirios, pues, al perder los
fenicios la conexión y el apoyo de su metrópoli, los tartesios
aprovecharon la oportunidad y
se liberaron de su opresión, alcanzando entonces Tartessos el
punto mas floreciente de su historia.
Por entonces ya habían llegado a la Península los
griegos, quienes parecían ser mas cultos y menos codiciosos que los fenicios y
pronto supieron ganarse la amistad con los íberos, hasta el punto de que el rey
Argantonio (del que dice la leyenda que tenia una montaña de plata), los ayudo
económicamente en su guerra contra los persas.
La cultura ibérica se enriqueció notablemente al
contacto con este pueblo, cuya influencia se detecta con nitidez
en las estatuas halladas en numerosos yacimientos desparramados por el
sureste, como el
Cerro de los Santos, Llano de la Consolación, Balazote, Caudete,
Elche, Baza,
Agost, El Salobral, Bienservida, etc.
Los cartagineses, pueblo desgajado de los fenicios
arribaron también a nuestras costas, deslumbrados por la fama de sus riquezas y
no tardaron en extender su influencia por el interior, en detrimento de la griega.
Llevaba camino el pueblo de Cartago de hacerse el
dueño del Mediterráneo, cuando los romanos, que perseguían lo mismo acaso sin
saberlo, les salieron al paso.
Ya sabemos lo que paso. Pero lo de Sagunto no fue
mas que un burdo pretexto aducido, tal vez, a posteriori para justificar ante
los ojos del mundo y los propios la política imperialista de Roma.
Vencidos los cartagineses y dueños ya los romanos
de Iberia, vemos que Almansa quedo incluida en la provincia Citerior (división
establecida en 197 a. de J.C.). Luego, con la división de Augusto, en el 27 d.
de J.C., paso a la Tarraconense; y ya en el 332, bajo Constantino, paso a la
Cartaginense.
Esta ultima provincia estaba habitada por los pueblos oretanos,
daitanos y contestanos y se dividía en nueve catedras o conventos
episcopales: Urci, Basti, Mentesa, Valeria, Saetabi, Begastri, Ilice,
Cartago Espartaria y Ello.
La diócesis de Ello comprendía los poblados de Alpera, Bonete,
Corral Rubio, Petrola, Ontur, Albatana, Jumilla, Carche, Aspis,
Monovar, Yecla y Almansa.
En el año 411, suevos, véndalos y alanos, entraron
arramblando por los Pirineos y se esparcieron por todas las comarcas, viniendo
a caer Almansa en poder de los alanos.
Como estos belicosos pueblos, parece ser que no
sabían vivir sin pelear, cuando sometieron a los romanizados habitantes de Iberia, se dedicaron a luchar entre ellos.
El visigodo Sisenando, tras relegar a los bizantinos a una
estrecha franja de la costa levantina, formo la provincia denominada
Aurariola con las poblaciones de Orihuela, Valentila, Lukant, Mola,
Bukejaros,
Ello y Lurka.
Entramos enseguida en la época musulmana, que trajo consigo la
reedificación de nuestra ciudad, según las teorías mas aceptadas, pero
antes hemos de retrotraernos a la época de la colonización grecopunica
para conocer o especular con los misterios que envuelven las
fabulosas ruinas
de Meca.
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