Ocho kilómetros escasos separan a Bonete de Montealegre, pero aunque
fueran cientos, merecería la pena recorrerlos para encontrarnos con el
Cerro de los Santos y El Llano de la Consolación, que han sido
considerados como `yacimientos capitales de la estatuaria ibérica`.
El Cerro de los Santos
Se encuentra enclavado en
la finca El Cortijo y fue descubierto hace poco mas de un siglo, sin que, en un
principio las autoridades culturales de la nación le prestaran la atención debida.
Tuvo que ser un relojero de Yecla, llamado Vicent
Juan y Amat, quien, emprendiendo excavaciones por su cuenta, sacara a relucir
una gran cantidad de estatuas ibéricas del yacimiento. Excavaciones que fueron
posteriormente continuadas por los PP Escolapios de la citada localidad.
Este relojero, que no tenia ninguna preparación
científica, ocasiono a los arqueólogos una serie de alucinantes problemas que
todavía no han sido esclarecidas por completo.
Porque el señor Amat, que dice que murió loco,
falsifico, según el criterio de algunos científicos, muchas de las estatuas encontradas.
Gran parte de las figuras que vendió y recalaron
en el Museo Arqueológico Nacional, habiten sido esculpidas por el (Siempre a decir de los arqueólogos).
"No es nuestro intento -dice Menendez Pelayo, en su HISTORIA
DE LOS HETERODOXOS, Tomo VIII, Madrid, 1.963- resumir cuanto ya lo ha sido de
mano maestra y por arqueólogo de indiscutible pericia, la copiosa literatura
que desde 1.871 se ha venido acumulando sobre las antigüedades del Cerro de los
Santos, en termino de Montealegre, provincia de Albacete, impropiamente llamadas de Yecla.
La monografía del docto académico Sr. Melida, publicada en
1.906, no solo recoge cuanto de útil contienen los trabajos anteriores,
sino
que presenta un catalogo descriptivo y razonado de las piezas hoy
existentes
del celebre tesoro arqueológico del Cerro, con la debida distinción
entre las
autenticas y las que en todo o en parte son apócrifas; distinción que
hasta
tiempos cercanos, y por respetos personales, había sido imposible
establecer en
las colecciones de nuestro Museo, lo cual produjo el gravísimo daño de
que la
sospecha de falsificación se extendiese como una mancha de aceite sobre
la serie entera. Tuvimos, en efecto, la inmensa desgracia de que los
genuinos e imponentes restos de la civilización que floreció a la sombre
del Santuario de
Montealegre, apareciesen envueltos desde el principio con otros de
sospechosa
procedencia, y transportados desde diversos sitios; que se añadiesen a
algunos
objetos auténticos falsas y absurdas inscripciones, y que en todo ello
interviniese la torpe mano y la fantasía delirante de un
seudo-aficionado, relojero de
Yecla, cuyo nombre no se consigna aquí, porque expío terriblemente, con
la perdida de la razón, sus atentados arqueológicos, a los cuales, mas
bien que la
codicia, hubo de arrastrarle cierta vanidad desatinada de pasar por
descubridor
de cosas peregrinas. Afortunadamente, las sombras del escepticismo se
han ido
disipando; el numero de falsificaciones resulta exiguo comparado con el
de las
piezas de probada autenticidad, y la delicada operación del deslinde
puede decirse que ha llegado a su feliz termino en cuanto a los
monumentos principales,
gracias a los esfuerzos combinados de nuestros arqueologos y de algunos
extranjeros tan eminentes como Hubner, León Heuzey, Arturo Engel y Pedro
París.
Todo este cumulo de reliquias artísticas -dice don Marcelino
mas adelante- descartando, por supuesto, cuanto de espurio se ha
mezclado entre
ellas, procede de un solo recinto o estación arqueológica, cuyo carácter
religioso es imposible negar, aunque ninguna razonable conjetura pueda
aventurarse sobre el genero de culto que en aquel templo o adoratorio se
rendía a una deidad
hasta ahora innominada, que debió tener gran veneración en toda aquella
comarca
a juzgar por el numero de ofrendas que le dedicaron sus devotos.
Ningún fundamento tiene la afirmación tantas veces repetida de que el
templo
estaba consagrado al sol, y que en la cumbre del Cerro existió un
observatorio
astronómico y un colegio de sacerdotes caldeos magos y matemáticos. Ni
hay que
pensar tampoco en los misterios egipcios, ni en los símbolos del curto
persa de
Mithra, puesto que, evidentemente, las principales esculturas son
anteriores a
la difusión de estos cultos en España y en las demás provincias del
Imperio Romano, y revelan un arte y una civilización mucho mas bárbaros y
primitivos.
Con su luminosa fantasía de arqueólogo poeta, creyó ver en
aquellas ruinas nuestro inolvidable D. Aureliano Fernandez Guerra, los
restos
de la antigua ciudad de Elo, que tenia su acrópolis en el monte Arabi, y
su hemeroscopio y academia sacerdotal en el Cerro, consagrado a ritos y
operaciones
mágicas, infiriendo de las ultimas monedas romanas allí encontradas, que
aquel
centro de astrología y teurgia, vivificado por las doctrinas
neo-pitagóricas y
por el sincretismo de la escuela alejandrina, había persistido hasta los
tiempos de Teodosio, en que cayo envuelto en la ruina general de los
templos paganos. Esplendido y deslumbrador era todo esto pero tenia una
base deleznable,
porque precisamente los que se alegaban como símbolos siderales y
zodiacales,
los supuestos jeroglíficos egipcios; el obelisco en que pretendió ver
algún arqueólogo la imagen del dios imperial del templo, a quien llamo
Adonis-Osiris;
el Ave Fenix, el Cinocefalo, el Hipocampo, la Nave Argos, son de las
piezas cuya falsedad reside menos el análisis y entre las inscripciones,
ni una sola deja de ser sospechosa o notoriamente falsa. El mismo
cuadrante solar, único indicio serio de la existencia de un
observatorio, sufre no leve contradicción en
el juicio de los extraños, aunque ha tenido entre nosotros muy hábil
defensor
en el sabio matemático D. Eduardo Saavedra (EL CUADRANTE SOLAR Y LOS
RELOJES DE
SOL EN LA ANTIGÜEDAD.- En en Museo Español de Antigüedades. Tomo X, pag.
209.-
1.88O).
Las esculturas adocenadas y vulgares -continua diciendo don
Marcelino Menendez Pelayo- y aun las rematadamente malas, que deben
pertenecer
a tiempos de extrema decadencia prolongada dentro del Imperio romano,
abundan
sobremanera en la basta colección, y no siempre es fácil distinguirlas
de las
apócrifas. Aun en la determinación de estas no concuerdan del todo las
opiniones de los críticos. Melida, por ejemplo, con razones
principalmente artísticas
rechaza, si no como enteramente falsas, a lo menos como retocadas y
adulteradas
copas que arrojan llamas, serpientes de extraña figura, el símbolo de un
carnero, y otros detalles que parecen indicar la delirante imaginación
del falsario.
Tiene resueltamente por apócrifa la figura que esta en actitud de
bendecir, según el rito griego, con solo el dedo índice de la mano
derecha levantado.
Por el contrario, Pierre París, estima que la presencia de
los símbolos astronómicos no constituye prueba de falsedad, porque el
carácter
oriental del arte del Cerro no puede ponerse en duda, y estos símbolos
se encuentran, por ejemplo, en numerosos cilindros caldeos. El detalle
de estar representando el sol por una figura rodeada de rayos, se
explica fácilmente por el
hecho de encontrarse esta imagen en las estelas neo-púnicas,y también
ibéricas,
entre ellas dos del Museo Arqueológico de Madrid, que son seguramente de
arte
muy primitivo y de factura indígena.
Estas dos estelas funerarias proceden, al parecer, de Castulo. Los
iberos han podido conocer las figuras radiadas por las monedas fenicias
de Alaga (Pudo añadir P.París, que, según Macrobio, los Accitanos
representaban la imagen del dios Neton por una cabeza coronada de
rayos). El símbolo de
la media luna se observa en amuletos de bronce hallados en Portugal y en
una
moneda de Jativa. Algo mas desconciertan al arqueólogo francés el animal
fabuloso, dragón o lo que fuere, esculpido en relieve sobre una de las
estatuas, la
serpiente grabada en hueco que lleva otra, el carnero puesto sobre el
casco en
llamas que indica un sacrificio. Por eso no se decidió a condenar de
plano ninguno de estos objetos, porque ignorándose cuales eran las
ceremonias religiosas
de los devotos del Cerro, nos falta la clave de su simbolismo".
Desde luego, no voy a ser yo, precisamente, quien
desenrrede este lío. Sin embargo, me voy a atrever a opinar, porque
cuando cada
arqueólogo catalogo como espureas algunas de las estatuas, lo hizo
porque no se
ajustaban con las hipótesis, (o con los conceptos que ellos tenían
preconcebidos) y de este modo, las consideradas falsas por unos fueron
aceptadas como autenticas por otros.
Y es que, los científicos, siempre han considerado
mas fácil negar, que confesar ignorancia.
Aunque don Marcelino Menendez Pelayo era un hombre
sabio, yo no puedo estar de acuerdo con el tras de calificar al señor
Amat como
un seudo-aficionado, afirma que falsifico unas estatuas con símbolos
tales que
se precisaban unos muy serios conocimientos de arte antiguo para poder
confundir a los expertos.
Comprendo fácilmente que el señor Amat se volviera
loco, si de verdad (y yo así lo creo) no falsifico ninguna de las
estatuas, como parecer ser que es la actual opinión de los expertos.
Don Marcelino, como otros muchos sabios, hablo sobre asunto -y otros
muchos- sin conocer el terreno. La mayoría de las estatuas
encontradas por el señor Amat, no pertenecían al Cerro de los Santos,
sino al
Llano de la Consolación.
Ni la situación de Elo pudo estar en el monte Arabi, ni el Cerro pudo ser otra
cosa que un observatorio o santuario aislado, cercano a la población.
Veamos lo que sobre este punto nos dice don Julia Zuazo:
"En algunos tiempos atravesaba este llano de N. a S. y al E.
la Vía Augustana o Heraclea y se asentaba en el suelo de la opulenta ciudad ibérica de Ello.
Sus lindes son: al O. y N. la carretera de Almansa a Albatana, al S. la vereda de Jumilla y al E. el camino de Yecla.
Del Llano de la Consolación han dado noticia, entre otros,
Cean-Bermudez, Madoz, Arthur Engel, Pierre París, Pascual Serrano, maestro que
fue de Bonete y el antiguo párroco de Montealegre Sr. Gonzalez, y por ultimo,
el humilde autor de estas lineas.
El Sr. Serrano y Mr. Engel, años atrás hicieron ligeros trabajos
arqueológicos en el Llano, siendo muchas las esculturas, armas y otros
objetos los que en el encontraron.
Muchas de las colecciones del Museo Arqueológico Nacional
que pasan como falsas del Cerro de los Santos, proceden de esta estación
arqueológica.
Desde el año 1.912, debidamente autorizados por la Junta Superior de
Excavaciones y Antigüedades, hemos practicado excavaciones en este
lugar, de cuyo resultado hemos dado cuenta en las correspondientes
memorias y
en nuestro modesto libro LA VILLA DE MONTEALEGRE Y SU CERRO DE LOS
SANTOS, por
lo que aquí hemos de concretarnos a dar una noticia escueta de nuestro
trabajo
y del resultado ahora obtenido.
No hemos podido precisar categóricamente donde estuvo situado el núcleo
principal de la ciudad ibérica, porque el llano es grande y la
parte conocida es pequeña.
La necrópolis esta emplazada al S. del nacimiento de agua y
cerca de la carretera.
Varios vecinos de Montealgre, al cultivar este terreno, han
destruido centenares de sepulturas y de urnas cinerarias.
Al construir la carretera se pulverizaron muchos esqueletos
sin darles importancia.
El Sr. Morcillo, propietario que fue de esta región, llego a
reunir una interesante colección de objetos prerromanos. Fueron encontrados al
parecer como en un deposito o lugar destinado a verter escombros.
En esta memoria y en LA VILLA DE MONTEALEGRE Y SU CERRO DE
LOS SANTOS; hemos sostenido que muchas de las esculturas del Cerro, que
en el
Museo Arqueológico Nacional pasan como falsas, son del Llano de la
Consolación,
y para demostrarlo plenamente, pensamos seguir trabajando con entusiasmo
en
este lugar, creyendo no estar lejano el día en que de una vez para
siempre, termine la leyenda de la tan manoseada falsedad sobre la que
tanto se ha escrito y
discutido por doctos y profanos en España y en el extranjero".
Don Antonio Gonzalez, cura párroco que fue de Montealegre, efectuó la siguiente descripción, que se recoge de la CRÓNICA DE LA
PROVINCIA DE ALBACETE, de Roa Erostarbe.
"Ocultase -dice- la fundación de Montealegre en lo mas tenebroso de
la Historia; tal vez en la penumbra entre la Historia y lo que hoy se
dice pre-Historia o proto-Historia. Esto lo indican algunos documentos
de su
archivo, los vestigios de remotisima civilización que por allí se han
visto y
se ven, y los discursos y monografías que con motivo de tales hallazgos y
vestigios se han escrito por los SS. Académicos de la Historia, y otros
eruditos
particulares.
Su suelo, feracisimo para toda clase de producción, con especialidad
cereales, y mucho también para los pastos, no hay duda que convido a
plantar allí sus tiendas a las tribus de las primeras inmigraciones.
Tan remota población no se formo donde hoy se asienta Montealegre. Este
pueblo y su castillo son de tiempos posteriores a la reconquista
obra de los colonos que allí llevaron, primero los marqueses de Villena y
posteriormente los otros señores propietarios de aquellos territorios.
Tampoco estuvo en el hoy famoso Cerro de los Santos, y menos
en el cercano Monte Arabi. Así me los han evidenciado mis observaciones
sobre
el terreno, y me lo confirmo el sabio arqueólogo y anticuario de París.
Mr. Arthur Engel, que ha visitado y explorado estos sitios. En el Arabi
ningún vestigio hay de población; en el Cerro de los Santos, el templo,
reducido por cierto
y si hubo algunas casas de ligera construcción, que ni siquiera les
abrieron
cimientos sobre el suelo roquizo de que se compone todo el cerro,
indican lo
mismo.
El poblado estuvo en el llano que hay a medio kilometro del
actual pueblo, hacia el Poniente; en donde hoy esta el Santuario de la
Consolación; cerca de una abundante fuente, y atravesado por la vía
romana, que después se construyo con el nombre de vía augusta.
Los restos de muros que por allí se ven, y los vestigios de
antiquísimo castillo situado en la cúspide de un monte que domina el
llano, y,
sobre todo, las exploraciones que yo hice allí, que me dieron por
resultado el
hallazgo de multitud de fragmentos de estatuas de piedra, urnas
cinerarias, caballos pegados, leones, toros, todo tallado en piedra, y
roto y mutilado, confirman que allí estuvo la antiquísima Ello, que es
el nombre que debió llevar,
según el dictamen del señor Fernandez Guerra, confirmado por la R.
Academia, la
población que allí se alzo.
El actual pueblo de Montealegre, fue quemado, en parte, y
totalmente el palacio de los señores, y casi arrasado su castillo en las
luchas
entre dos Pedro I de Castilla y don Enrique el Bastardo. Los SS Pusmarin
y Faxardo se inclinaron al lado de don Enrique y las huestes de don
Pedro quemaron
y maltrataron parte de la localidad, privando del señorío a sus dueños,
que fue
concedido a la ciudad de Chinchilla, hasta los 30 años, y después de
pesado litigio fallo en Valladolid don Enrique, entregando el señorío
con indemnización
de daños y perjuicios a los Pusmarines y Faxardos. De esto hay
testimonio autentico.
Ha confundido a los sabios de Europa la variedad de objetos
y estatuas de mil formas que de todos aquellos lugares se ha extraído.
Como es sabido, el arte en aquellos objetos tiene perfecta y
suave graduación, desde lo mas rudimentario e incipiente, hasta el mas
refinado
gusto y perfección artística, hallándose en aquellas figuras
compenetrado el
arte de varias y muy antiguas civilizaciones. Se han encontrado tablas
de piedra con signos. figuras y caracteres indescifrables, y desconocido
su objeto.
He tenido lugar de hablar de estos hallazgos con don Juan de
Dios de la Rada y Delgado, el que mas científicamente y con mas erudición ha
escrito sobre la arqueología y estatuaria de Montealegre, y preguntándole por
algo que dejaba sin explicar, me contestaba ingenuamente que no lo sabia.
Mr. Engel, apreciador en sumo grado de las antigüedades de
Montealegre, siguiendo en ello al director del Museo del Louvre de Paris, dice
que ha estado en el Asia, comisionado por el Gobierno francés, y, que nada mas
original y hermoso que el tocado de las estatuas de mujer del Cerro de los Santos.
Todos los filones de estos hallazgos están agotados, no obstante lo
muchos que había en el Cerro de Los Santos, retratado por los franceses.
Pero si aun se pretendiera fundar o enriquecer algún museo con objetos
de
allí extraídos, abundantisimos los obtendrían, deshaciendo las paradas y
el dique que existe en la cañada que hay al pie del celebre Cerro;
dique y paradas,
pues son estas muchas, y aquel grande, hecho, por la casa del Señor de
Montealegre, Marques de Villafuerte, y por su señora la Marquesa de
Villahermosa y
Valparaiso, para contener y distribuir las aguas pluviales.
Todas aquellas obras están formadas de piedras labradas, cabezas y
fragmentos de estatua."
La Historia de Montealegre es muy interesante.
Fuster Ruiz, en su libro ASPECTOS HISTÓRICOS, ARTÍSTICOS, SOCIALES Y ECONÓMICOS
DE LA PROVINCIA DE ALBACETE, (Valencia, 1.978), nos informa de lo siguiente:
"Don Juan Manuel tuvo un hijo ilegitimo llamado Sancho Manuel al que
en vida le dio el castillo de Montealegre y el lugar de Carcelen,
con gran numero de terrenos, formando un feudo o señorío aparte. Como
todo el
territorio estaba despoblado, don Sancho Manuel trajo colonos (llamados
en virtud de diferentes cartas-pueblas emitidas en varias épocas),
reservándose un
canon o renta anual a su favor y el poder disponer de la propiedad
siempre que
lo estimase conveniente. También se reservo los terrenos mas ricos del
lugar,
así como todos los montes, dehesas y aguas y todos cuantos derechos le
pudieran
corresponder como señor jurisdiccional. Los colonos se agruparon en un
poblado
de la cercania del castillo, y este fue el origen de la actual villa de
Montealegre. Por aquellas fechas, sin duda, la torre de Pexin, que
anteriormente había pertenecido a la Orden de Santiago, fue abandonada,
posiblemente al construirse al nuevo castillo en un lugar mas adecuado.
A este primer señor de Montrealegre se sucedió su hija doña
Constanza Manuel, casada con micer Gomez Garcia de Albornoz, en cuyo
tiempo
aumentaron en gran numero los vasallos y la aldea se transformo en
verdadero
lugar. Por estos años (finales del siglo XIV) estima Zuazo que debió
adquirir
Montealegre el titulo de villa. Sin embargo, ya sabemos que era villa
mucho antes por el deslinde de términos con Almansa efectuado el 16 de
agosto de 1.338.
En las luchas fraticidas entre Pedro I y su hermano Enrique,
la señora de Montealegre se coloco a favor del ultimo,por lo que el rey
la despojo de sus dominios, donándolos al concejo de Chinchilla el 8 de
noviembre de
1.364. Después de la muerte de Pedro I, doña Constanza reclamo su feudo,
no sin
disputa judicial previa con Chinchilla. Por Real ejecutoria del 2 de
septiembre
de 1.399 se condenaba a Chinchilla a pagar a la señora de Montealegre
220.000
maravedis mas las costas, y a devolverle su feudo. La ciudad fue pagando
su
deuda a plazos, hasta el 11 de septiembre de 1.411 en que la termino de
abonar.
A esta señora le sucedió su nieta, doña Beatriz de Albornoz
Manuel de Villena, en 1.403, y a ella su hijo, don Luis Hurtado de
Mendoza y
Albornoz Manuel de Villena, quien murió en 1.430 sin sucesión, por cuya
causa
lo heredo su padre, don Diego Hurtado de Mendoza, quien en 8 de
noviembre de
1.431 permuto estos estados por los de San Pedro de Palmiches a don
Fernando de
Rivera, quien los vendió al bachiller Miguel Ruiz de Tragacete, alcalde
mayor
de Villena, el 19 de marzo de 1.453. Su hijo, don Juan Ruiz de
Montealegre, heredero, fue comendador santiaguista de Aledo y Totana, y
en la guerra de sucesión se puso primero al lado de la Beltraneja,
pasándose mas tarde al bando de
doña Isabel.
Los primeros señores de este feudo, según la escritura de 8
de noviembre de 1.431, poseían los lugares de Carcelen y Montealegre,
con el
castillo de este ultimo, los montes, pastos, dehesas, aguas corrientes,
estantes y emanantes, la Justicia alta y baja y la jurisdiccional civil y
criminal y
mero; mixto imperio.
En 1.448, los Reyes Católicos concedieron la fundación del
Mayorazgo de Montealegre, confirmándose dicha vinculación entre 1.495 y
1.501.
Los herederos de don Miguel Ruiz de Tragacete se fueron sucediendo en el
señorío desde 1.457 hasta 1.706, en que doña Josefa Puxmarin Rocafull y
Carcelen
fue nombrada primera condesa de Montealegre, a quien siguieron heredando
sus
descendientes familiares hasta llegar, a fines del siglo XIX, a doña
Maria del
Carmen Bernuy y Osorio del Moscoso, que fue la ultima condesa de
Montealegre.
por no tener descendencia con su esposo, don Jose de Leon y Molina,
marques de
Villafuerte, quien enajeno los últimos derechos señoriales que le
quedaban sobre las tierras del termino, reservándose tan solo la
posesión de algunas fincas concretas.
Hay que anotar, finalmente, los intentos desesperados a todo
lo largo del siglo XIX por sacudirse del pesado yugo de la jurisdiccion
de los
últimos señores de la villa. Desde el motín del 2 de enero de 1.809
contra los
condes de Montealegre, se sucedieron multitud de litigios entre los
vecinos y
los señores de la villa, ganándolos casi siempre estos últimos. Aunque
tras la
abolición de los señoríos jurisdiccionales la villa había pasado a ser
de realengo, los señores seguían con derechos sobre las tierras,
considerando a los
vecinos como arrendadores censualistas, hasta que, a finales del siglo,
se llego
a un convenio honroso entre ambas partes, convirtiendo a los
arrendadores en
dueños absolutos de las fincas que cultivaban."
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