Enrique se oponía a esta unión, por las tradicionales rencillas que
Castilla y Aragon habían venido manteniendo, pero a Isabel no
le importaba en absoluto y se olvido de su promesa de no contraer
matrimonio
sin el consentimiento de su hermano.
Sin embargo, el matrimonio así pactado no era valido sin la autorización
expresa del Papa, puesto que Isabel y Fernando eran primos.
"Merced a un documento -dice Miguel Velasco Alvarado- redactado (no sin
intrigas y del que nunca constara fehacientemente su autenticidad,
para mayor enigma de la Historia), el 4 de enero de 1.469 por el obispo
Juan
Arias Davila en el castillo de Turegano (Segovia) fue posible,
públicamente legal e históricamente valido, el matrimonio de doña Isabel
de Castilla y don Fernando de Aragon, sobre quienes, pese a sus
diferencias acerca de la legitimación del gobierno del reino castellano,
se cimenta la unidad de España"..."
Cobra así, de este modo, especial dimensión histórica un pequeño pueblo segoviano
sede, refugio y fortaleza de uno de los obispos mas intrigantes, no solo de la
historia castellana, sino de España: Juan Arias Davila.
La situación histórica de nuestro reportaje ha de partir de
la corte de Juan II de Castilla y de su hija, la princesa Isabel, a
quien pretenden en matrimonio: Alfonso V de Portugal, hermano de doña
Juana de Portugal,
a su ve esposa de don Enrique IV de Castilla; el duque de Guyena,
hermano de
Luis XI de Francia, que ve en este matrimonio clara trascendencia
política hacia la conquista de Aragon, y con mas claros indicios de
posibilidad, por don
Fernando de Aragon, hijo de Juan II de Aragon y nieto de don Fernando de
Antequera, a su vez hermano de Enrique III, abuelo de la princesa
castellana, de
cuya genealogía se deriva un parentesco de consanguinidad en tercer
grado y cuya situación daría lugar a acontecimientos que habrían de
llenar una de las paginas mas importantes, intrigantes y
transcendentales de la Historia de España
y de su proyección universal.
Al tratarse de primos segundos con impedimento canónigo de
tercer grado, Fernando e Isabel precisaban de la licencia del Papa para
la ejecución de su matrimonio. Francia, por su parte, presiona al
Pontífice para que
esta dispensa no se otorgue, llegando incluso a la amenaza de una
escisión cismática de sus cardenales, lo que supondría el apartamiento
de Francia respecto
a la Santa Sede. Incluso se llega a designar un Cardenal que controle la
salida
de documentos. El Papa, al no poder obrar libremente, envía a Castilla a
su legado Antonio Jacobo Veniero, con poderes especiales y omnímodos
para situar y
resolver tan oscura situación. Este legado, comprobada la situación de
Castilla
concede la dispensa de matrimonio en el fuero de la conciencia, o sea,
secretamente, en nombre del Papa. Ya no hay ningún impedimento para este
matrimonio.
Sin embargo, para Isabel no es bastante. Es necesario que la unión
matrimonial
no solo fuera legitima en el fuero de la conciencia, sino que, además,
lo pareciese ante el pueblo. Es entonces cuando el obispo de Segovia,
Juan Arias Davila (gran confidente y asesor de la Princesa), redacta en
el castillo de Turegano -donde por tener su camara hace largas
permanencias- el citado documento publico, como juez ejecutor de una
bula de dispensa otorgada por Pio II cinco
años antes -o sea,en el año 1.464-. que no se pudo ejecutar a su tiempo,
por la
que se autorizaba a don Fernando para poder contraer matrimonio con
cualquier
princesa consanguínea, hasta tercer grado.(muy significativo).
Algunos historiadores silencian, en general, la existencia
de esa bula, ¿Sera porque, en realidad, nunca existió?. ¿Acaso porque si
existió, no esta catalogada oficialmente por la muerte prematura del
Papa?. En todo
caso, tambien la bula pudo fingirse en el castillo; pero lo cierto es
que, tanto la bula como el documento ejecutivo de la misma, están unidos
al acta matrimonial extendida en Valladolid el 18 de octubre de 1.469
por el notario apostólico Diego Rangel y el tantas veces citado
documento firmado en Turegano "Mobis
pro tribunalis sedentibus" el 4 de enero de 1.469, y que se encuentran
en al
Archivo de Simancas.¿
La lectura publica de este documento -sigue diciendo este
autor- facilito al pueblo esa sensación y tranquilidad. Con ello,
además, los
otros pretendientes, y Francia mas concretamente, hubieron de desistir
de sus
propósitos, si bien de ahí parte el error en que los historiadores
cayeron:
Francia, atenta a los documentos que salen de la Santa Sede, desconocen
este
(que, naturalmente, no llego a salir de allí, puesto que fue redactado
en Turegano) e impugnaba el matrimonio de los dos príncipes cuando se
enteran de su
celebración, acusándolo de concubinato. Inexistente, desde luego, dado
que "en
el fuero de la conciencia" estaban perfectamente dispensados por el
Papa. No
obstante, dos años después Sixto IV legalizaría en el fuero externo esta
situación, con un documento publico de dispensa, una bula comisoria,
ejecutada en Tarragona por el Cardenal Rodrigo de Borja.
El 11 de diciembre de 1.474 muere don Enrique IV. Y dos dias
mas tarde, con la soledad del hito, el pueblo segoviano, reunido en la plaza
mayor, proclama a doña Isabel reina de Castilla: "Castilla, Castilla, por el
rey don Fernando y la reina doña Isabel".
Dias mas tarde, el 2 de enero de 1.475, saldría, tambien desde Turegano
el rey don Fernando para ser lo proclamado en Segovia de Castilla.
Si bien el espíritu indomable de Isabel centraría claramente las competencias
de gobierno, pese al "tanto monta, monta tanto Isabel como Fernando".
Si hubiese sido verdad que tanto Isabel como Fernando, tenían iguales
poderes, no hubiese nacido el sonsonete calificativo del
"Tanto monta" que, evidentemente fue creado para encubrir, enmascarar o
disimular una situación que no podía ocultarse por el carácter
absolutista de Isabel
y el mayor apoyo que esta tenia, tanto por el mayor peso de su reino,
como por
el total respaldo que la Iglesia le prestaba.
Acerca de este asunto, Menendez Pidal, en el Tomo
I del Curso de Conferencias sobre Política Africana de los Reyes Católicos, de
1.951, en Madrid, nos dice lo siguiente:
"El siempre revelador Alonso de Palencia nos es tanto mas de
fiar cuando que el es, antes que de la reina, amigo del rey, a quien
sirvió de
consejero. El nos refiere que cuando ocurrió la muerte de Enrique IV,
hallando el con don Fernando ausentes en Zaragoza, Isabel en Segovia,
apresuro su proclamación. La nueva reina, realzada su peregrina
hermosura de ventitres años
con riquisimo y enjoyado traje, cabalgo bajo palio hacia la Catedral,
rodeada
de todos los grandes a pie; solo iba a caballo, delante de ella,
Gutierre de
Cardenas, llevando inhiesta una espada desnuda cogida por la punta,
atributo de
la soberanía y de la justicia. Muchos murmuraron de arrogancia en la
mujer aquella ostentación de los atributos del marido, y mas que nadie
la censuraron Fernando y Palencia cuando en su apresurado viaje a
Segovia les refirieron el hecho.
Alarmado el joven marido de los vuelos que su esposa se tomaba, pregunto
a Palencia, que viajaba con el, si recordaba haber leído en alguna
historia que cualquier otra reina se hubiera apropiado del varonil
símbolo de
la espada, reservado a los reyes, y el cronista, declarando no recordar
caso
semejante, réprobo el acto de doña Isabel. El encuentro de los cónyuges
fue tormentoso. Fernando sintiendo rebajada su autoridad marital, quiere
regresar a su
reino de Aragon; conferencias de los grandes y letrados partidarios del
marido
y de la mujer sobre las atribuciones de uno y otro en el gobierno; se
buscan árbitros; sentencias estos dando grandes atribuciones a la reina,
y don Fernando
inste en retirarse a Aragon. Pero las lágrimas de Isabel y el encanto de
aquella belleza rubia, de ojos verdiazules triunfan de todo, con alguna
discreta
concesión, y Fernando se resigna a quedarse, no sin bravear ante sus
íntimos
censores que su tolerancia seria solo temporal. Pero ya la viejisima
sabiduría
de don Juan Manuel había contado, entes que Shakespeare, como el marido
domino
fieramente en la noche de bodas a la mujer altiva e indomable y el
cuentista
había sacado la moraleja: "En el comienzo debe el hombre mostrar -a su
muger-
como tiene que pasar"..."
Si al comienzo no muestras quien eres nunca podrás des
pues cuando quisieres". Don Fernando cedió en el principio y perdió su pleito
allí, en Segovia, aquel día de enero de 1.475.
Luego Palencia, conforme avanza en la relación de sus DECADAS, va
recogiendo noticias de como aquí y allá las gentes murmuraban porque la
voluntad del rey se supeditaba a la de la reina (Crónica de Enrique IV,
pags.
429. 455. 479-80)
A su vez el viajero Nicolaus Von Poppelau, que
en 1.484 vio a
los reyes en Sevilla, pudo percibir como el rey no hacia nada sin
consentimiento de la reina; no sellaba sus propias cartas sin que la
reina las leyese, y si
la reina desaprobaba alguna, el secretario la rasgaba en presencia del
mismo
rey..."
Podemos decir que Fernando fue una gran conquista
de Isabel (en todos los sentidos). Sin embargo, a la joven y ambiciosa
reina le
quedaban muchos enemigos que domeñar. El mas peligroso era el bando de
nobles
que apoyaba a "La Beltraneja", que estaba capitaneado por el Arzobispo
de Toledo, don Alonso Carrillo y el nuevo Marques de Villena, don Diego
Lopez Pacheco,
entre los mas principales.
Este grupo, que pretendía, como sabemos, casar a
la Beltrajena con Alfonso V "El Africano", rey de Portugal, contaba con
el apoyo de las plazas de Burgos, Leon, Zamora, Toro, Salamanca, Toledo,
Madrid, Huete, Alcaraz, Córdoba, Jerez, Ecija, Baeza y otros muchos
pueblos.
Aunque los castillos y fortalezas del Marquesado de Villena fueron fieles a
su señor, las poblaciones de muchos de esos lugares se alzaron contra el poder
señorial, del que deseaban emanciparse, poniendo cerco a las fortificaciones y
facilitando la entrada de las tropas de los reyes católicos, como es el caso
de Almansa.
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