Con la victoria de los Reyes Católicos no llego a
desaparecer el Marquesado de Villena, pero quedo, como ahora veremos, lo
suficientemente disminuido para que ningún monarca pudiera temer por su
influencia
o poderío.
Se sabe con certeza, que los cronistas de la época
cargaron sus tintas en vituperios hacia el rey Enrique, quizá porque no supo
granjearse la simpatía de nadie, dada la poca consistencia de su carácter, y
lo que es peor, no hizo buenas migas con la Iglesia.
El caso es que la biografía de este débil monarca
ha sido, acaso, la mas manipulada de la realeza española (y motivos para mas
han abundado), debido, sin duda, a los grandes intereses que estuvieron en juego durante su reinado.
Enrique era 23 años mayor que su hermana Isabel
(luego la "Católica"). Príncipe aun se caso con Blanca de Navarra, pero
el matrimonio fue anulado en 1.453 al no haber habido descendencia.
Ya rey, contrajo segundas nupcias con Juana de Por
tugal, que según ya se ha comentado, era bastante alegre en sus
relaciones sociales. De esta unión nació en Madrid una niña, que como
hija legal fue jurada
en calidad de Princesa heredera.
Pero como Juan Pacheco, el Marques de Villena, quisiera minar el poderío
de don Beltran de la Cueva en la Corte, no tuvo inconveniente alguno en
usar de toda clase de armas para conseguirlo; desde la insinuación
soterrada, la calumnia enmascarada y hasta la sublevación abierta contra
el monarca fingiéndose leal, todo lo cual desembocaría, en 1.464, en la
llamada Concordia de Medina del Campo, en la que, bajo la presión de
los Nobles,
Enrique reconocería a su hermano menor Alfonso, de once años, como
heredero de
la Corona, lo cual implicaba la legitimidad de su hija, (La Beltraneja).
De claudicación en claudicación, Enrique IV acabo
siendo objeto de la denigración de su persona, en la farsa alegórica junto a
los muros de Avila, en la que su figura fue desprovista, con mofa, de todos los
atributos reales por los Nobles conjurados.
El príncipe Alfonso murió en Cardeñosa, de rápida
y sospechosa enfermedad, en 1.468, con lo que Isabel encontró despejado
el camino a la ansiada Corona. Ni la Historia, ni la Heráldica, ni la
Diplomática,
han acogido al hermano de Isabel como Alfonso XIII, como pretendían sus
partida
ríos durante los tres años que le apoyaron.
En el sepelio, Isabel se vio acosada por los enemigos de Enrique para que aceptara el nombramiento de Soberana de Castilla y
Leon (pensando acaso que como mujer, seria muy fácil de dominar), pero ella
rehusó, alegando que mientras viviese su hermano, respetaría su autoridad.
No le hacia falta a Isabel el asalto directo al poder; tenia tiempo
sobrado (y el asesoramiento y total apoyo de la Iglesia).
En 19 de septiembre de aquel mismo año, Enrique se
veía nuevamente obligado a firmar, en la Venta de los Toros de Guisando,
un
acuerdo por el que se declaraba a Isabel como heredera del Reino y, en
su virtud, Enrique tenia que acudir al Papa en demanda de la anulación
de su matrimonio con Juana de Portugal, lo que despojaba a "La
Beltraneja" de sus legítimos
derechos al trono y libraba a Isabel del compromiso de reconocimiento
hecho
años atrás en favor de su sobrina.
Como pretendientes a la durisima mano de Isabel,
surgieron varios pretendientes: Alfonso V de Portugal, viudo y con hijos
(que
no tenia el menor porvenir en el enredo), el duque de Berry o de Guyena,
hermano del Rey de Francia Luis XI (que fue enseguida descartado por
los consejeros
de la princesa) y Fernando de Aragon, hijo de Juan II de aquel reino y
de su
segunda esposa Juana Enriquez, el cual era un fornido mozo, noble de
corazón y
no mal parecido, que era un año menor que Isabel (lo cual no era un
obstáculo
para los asesores de la princesa, sino una ventaja, por suponerse le así
de mas
fácil manejo).
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