Con la disgregación del Califato de Córdoba en
1.030 y la aparición de los reinos de taifas, el territorio que hoy comprende
la provincia de Albacete se lo repartieron entre el reino de Denia (Zonas de
Yeste, Elche de la Sierra, Hellin y Almansa) y el de Toledo, que se apropio del
resto de la provincia.
Mas adelante, al ser reconquistada Toledo por los
cristianos, vino la decadencia del reino de Denia y su debilidad fue
aprovechada por su vecino de Murcia, que extendió considerablemente, a
su costa, sus territorios.
Según refiere Fuster (IBD.), casi todos los pueblos de la actual provincia de Albacete, habían sido ya reconquistados en
1.241. En 1.211, Alfonso VIII se había apoderado de Jorquera y Alcalá del Jucar
y en 1.213 de Alcaraz y Riopar.
Posteriormente, la epopeya de la Reconquista pasaría a manos de dos poderos concejos medievales: Alarcon y Alcaraz.
El primero de ellos se apodero hasta 1.217 de la
totalidad de las zonas de Casas Ibañez y La Roda, y en 1.241 de la fortaleza de
Albacete.
El de Alcaraz, por su parte, entre 1.213 y 1.243
conseguiría un inmenso alfoz jurisdiccional. Solamente lo
correspondiente a la
actual provincia de Albacete, abarcaba la comarca de la Sierra de
Alcaraz, las
de Villarrobledo, El Bonillo, Lezuza y Peñas de San Pedro, en La Mancha,
y parte del actual termino serrano de Elche de la Sierra.
A las acciones bélicas de estos dos concejos castellanos se sumo la Orden de Santiago, quien entre 1.241 y 1.242 se apoderaría
de Chinchilla, Socovos y Yeste.
Por muerte de Alvar Perez, Fernando III, que estaba enfermo en Burgos,
encomendó a su hijo Alfonso (el que luego fue llamado Alfonso X El
Sabio) la vigilancia de la frontera de Andalucia.
Cuando el joven infante llego a Toledo, encontró
en la ciudad a unos embajadores de Aben Hudiel, rey de Murcia, que ofrecían la
rendición de este reino al monarca castellano.
El infante, bien asesorado por el maestre de Santiago, don Pelayo Perez Correa, enviado por Fernando III para que asistiese a
su hijo, y que conocía la mudable condición de los moros, acepto sin dilación
el convenio propuesto por los embajadores, suspendiendo su marcha a la frontera
de Andalucia. Y tras comunicar a su padre tan grave resolución, salio para Murcia.
En Alcaraz hallo don Alfonso otros embajadores del
reino de Murcia, quienes le ratificaron, cada cual por su lado, la aceptación
del pacto de su rey.
Según el Sr. Conde: "En ese tiempo los de Murcia
andaban divididos, los alcaides se habían apoderado de las ciudades y castillos
y cada día disputaban con sus vecinos los términos de sus almunias, con grave
perjuicio para los pueblos, que no sacaban de esas contiendas mas que la ruina,
la muerte y la desolación.
En esta ocasión, como creyesen que Fernando III enviaba contra ellos a
su hijo Alfonso, con un poderoso ejercito, temiendo los males y daños
que les harían con su entrada, y no habiendo disposición en sus ánimos
para
unirse a fin de organizar una defensa común, optaron por enviar cada
cual por
su parte, mandaderos que le ofreciesen obediencia y allanamiento.
El infante don Alfonso los recibió a todos muy bien, y concertó con
ellos las condiciones del vasallaje que le ofrecían y firmaron sus
cartas de avenencia Abel Hudiel, y los alcaides de Lecant, Elche,
Oriola, Almancha, Chitila y otros lugares.
Desde Alcaraz, acompañado por aquellos alcaides y muchos caballeros,
paso pacíficamente al infante don Alfonso a visitar como suya la tierra
de Murcia sin ofender a sus moradores.
El día de su entrada en la ciudad, donde fue recibido con
gran solemnidad, fue un gran día de fiesta y tomo posesión del Alcázar, de la
ciudad y de todo el reino con sus rentas, a excepción de las reservadas a Aben
Hudiel y otros señores musulmanes, y de las plazas de Lorca, Cartagena y Mula,
que se negaron a sumarse al parco de rendición.
Don Alfonso regreso a Toledo, donde ya le esperaba su padre,
que le acogió, como es de suponer, con gran alegría, después de haberle ejecutado tan excelente servicio."
La razón principal que Aben Hudiel y los alcaides
de su reino tuvieron para verse obligados a dar aquel paso, es bien sencilla:
El rey de Granada Mohammed Abuzaid Aben Alhamar, había sometido a su dominio
las ciudades de Jaén, Guadix y Baza y se disponía a hacer los propio, a poco
que le dejaran, con todo el reino de Murcia.
Aben Hudiel, hijo del bravo Aben Huc, era un príncipe apocado, como lo
demuestra la independencia y libertades que se habían tomado los
alcaides de sus villas y fortalezas, y sintiéndose incapaz de resistir
al granadino, si este le atacaba, y no queriendo caer en la orbita de
Jaime I
de Aragon, que le amenazaba por Valencia, prefirió ponerse bajo la
protección
del gran rey castellano, para conservar, al menos, las utilidades de su
reino.
En 1.242, o sea, al año siguiente, Fernando III,
volvió a mandar a Murcia a don Alfonso, siempre acompañado del maestre
de Santiago 'porque estando aquella tierra tan poblada y siendo sus
gentes tan veleidosas, creyó conveniente reforzar las guarniciones de
los castillos'. Y así lo
hizo.
En su tercer viaje a Murcia, el infante castellano
llevaba un gran ejercito, del que formaban parte los caballeros de las ordenes
de Santiago, Alcántara y Temple, con sus maestres; el Alférez del Rey y señor
de Vizcaya don Diego Lopez de Haro, otros grandes caballeros y el obispo de
Cuenca, don Gonzalo.
En esta ocasión, el motivo del viaje era la conquista de las plazas que no habían aceptado el pacto de sumisión: Mula, Lorca y
Cartagena.
Mula fue sitiada y se rindió por hambre. Don Alfonso expulso de la ciudad a todos los moros, no dejándoles mas que el arrabal.
Lorca y Cartagena fueron tambien ocupadas tras fuertes luchas, que dejaron los
términos asolados (1.244).
Durante esta campaña se produjeron algunos rozamientos entre el infante
castellano y el rey de Aragon, Jaime I, que estaba empeñado en la
reconquista del reino de Valencia.
Por lo visto, don Alfonso, haciendo caso omiso a
los tratados efectuados entre su padre y el monarca aragonés, sobre las zonas
de conquista de cada cual, había convenido con el arráez de Alcira, la entrega
de esa ciudad valenciana a Castilla.
Como esa plaza estaba dentro de los limites reservados a la corona de Aragon por el tratado de Carzorla, don Jaime protesto
airadamente sobre aquel convenio, así como de toda intromisión castellana en
sus dominios.
La prudente y sabia intervención en el asunto del
maestre de Santiago, Pelayo Perez, fue tan acertada que, además de
suavizar las
relaciones entre el rey y el infante, puso remate a su mediación, con el
compromiso de matrimonio entre la infante Violante (o Yolanda), hija
del aragonés,
y don Alfonso.
Don Jaime acepto la petición, que era muy ventajosa para ambas coronas, y
la infante de Aragon fue enviada a Castilla como prueba de amistad y
compromiso, aunque las bodas no se celebraron hasta dos años
después (Valladolid, 1.246), cuando la princesa cumplía los doce años.
Este tratado se celebro en el lugar denominado Almizra, sito al pie de la Sierra Alacera, de cara a Caudete, en el castillo de
Almizran (hoy Campo de Mirra).
Las diferencias entre don Alfonso y su suegro, se
reprodujeron en 1.248.
Según la Crónica General de España, Jaime I no
acababa de conseguir la capitulación de Jativa, que era tambien
codiciada por
Alfonso, pero no por eso dejo ociosas sus armas; antes aprovecho por el
contrario, la defección de un caballero de la Orden de Calatrava, que le
entrego al
de Aragon a Villena y Sax, pueblos comprendidos dentro de los limites
que señalaban, en concepto del infante castellano, las conquistas del
soberano de Castilla.
Estos sucesos, que iban tal vez a comprometer la
buena armonía que en apariencia, al menos, presidia la alianza de los
dos monarcas de la época, obligaron al infante don Alfonso a solicitar
una conferencia con el aragonés, señalando primeramente Alcira como
punto destinado a la
entrevista, y luego Almansa, donde definitivamente debía concurrir.
Don Jose Perez y Ruiz de Alarcon, en la pagina 27
de su Historia de Almansa, sobre este tema, dice lo siguiente:
"JAIME I EL CONQUISTADOR Y ALFONSO X EL SABIO.
Dos figuras de gran relieve en la Historia de España, a
quienes Almansa debe recordar con gratitud. Bien lo merecen, el uno por ser el
que reconquisto esta ciudad, y el otro quien le otorgo los privilegios que se
han mencionado.
Desde tiempos antiguos existen rotuladas una plaza con el
titulo de Plaza de Jaime I, y otra con la de Don Alfonso X el Sabio, y
una calle inmediata a este con el nombre de su esposa Doña Violante.
Según las crónicas, los tres estuvieron aquí, asegurándose
que celebraron entrevistas en el edificio de la 'Casa Grande', de cuyas
entrevistas entre Don Jaime el Conquistador y su yerno Don Alfonso X el
Sabio, salieron reconciliados después de salvar sus diferencias por el
repudio de Doña
Violante. Los dos deseaban conquistar Jativa. A estas entrevistas dicen
que
asistió la reina e intervino suplicante en pro de la amistad de suegro y
yerno,
Don Alfonso renuncio a Jativa."
(Esta información al lector hay que rectificarla
por errónea. Jaime y Alfonso se entrevistaron en Almansa, pero no
pudieron hacerlo en la Casa Grande, puesto que este edificio se
construyo hacia mediados
del siglo XVI (1.540 aproximadamente) unos trescientos años después de
que este
encuentro tuviera lugar. Tampoco en dicha entrevista pudo ventilarse el
asunto
del repudio de doña Violante, ya que este no se produjo hasta seis años
después
esto es, en 1.254).
Superando no pocas dificultades, admitió don Jaime
la invitación, presentándose en el punto señalado (Almansa), en compañía de
Guillen de Moncada, Gimen Perez de Arenos y Carroz, señor de Rebolledo y otros
caballeros de su casa.
Exacto tambien el infante acudió a la entrevista,
seguido de don Diego de Haro, señor de Vizcaya, el Gran Vice-Maestre del
Temple, y el de Ucles, con otros personajes de la corte de Castilla.
Después de las visitas de cortesía que mutuamente se hicieron los
príncipes, se dio principio a las negociaciones, y en representación del
infante pasaron a conferenciar con el rey, Lope de Haro y el
Vice-Maestre de Ucles.
En esta entrevista reclamaron los castellanos la
ciudad de Jativa para su yerno don Alfonso, porque según sostenían, no
había
dado todavía parte alguna del territorio conquistado, a fin de completar
el dote de la infanta, su hija, como se había estipulado, al tiempo de
concertar
aquel enlace, por conducto de Oviedo Garcia.
Consultada esta exigencia de Alfonso con la reina
y los ricos-hombres que acompañaban al rey, se contesto a los castellanos que
era imposible acceder a esta petición, supuesto que cuando el rey caso con doña
Leonor, no había recibido tampoco tierras ni recuerdos y por consiguiente, no
estaba obligado a dar un rey, mas que a su hija, que el recibió en dote con la
del rey de Castilla.
Poco satisfechos con esta contestación, los delegados de Alfonso insistieron en su demanda, hasta el extremo de amenazar al rey
con la resolución de los caballeros de Castilla, dispuestos a apoderarse de Jativa, a despecho del aragonés.
Demasiado orgulloso el Conquistador para tolerar
pacíficamente tan inesperada osadía, respondió con indignación: "Para entrar en
Jativa, hollar debedes antes mi cadáver".
La áspera disputa se corto, al fin, gracias a la
intervención del maestre de Santiago, del señor de Vizcaya y de la
reina, conviniendo se en respetar los limites antiguos de los reinos de
Valencia.
Don Jaime entrego a su yerno Villena y este a su
suegro, Enguera, quedando Almansa para Castilla en frontera con Aragon.
Pero el matrimonio, tal vez por la juventud de doña Violante, no era todo lo feliz que se podía esperar, ya que no daba muestras
de fecundidad, y don Alfonso, ya rey, resolvió repudiarla, solicitando al rey
de Noruega (o Dinamarca) a su hija Cristina por esposa.
El P. Mariana nos relata el repudio de doña Violante de la siguiente manera:
"Estaba el rey don Alonso congojado por la esterilidad de la
reina doña Violante, por el gran deseo que tenia de dejar sucesión. Los
aduladores, de que siempre hay gran numero en las casas de los
príncipes, pretendían
que aquel matrimonio se podía apartar; no les faltaban razones para
colorear
este engaño, como a la gente de gran ingenio: el rey fácilmente se dejo
persuadir en lo que deseaba. Envío embajadores al rey de Dinamarca a
pedir por mujer
una hija suya llamada Cristina. Era cosa fácil por la distancia de los
lugares
engañar a aquella gente. Concertado el casamiento, la doncella fue
enviada a
España.
Estos intentos del rey don Alonso -sigue diciendo el P. Mariana- dieron mucha pena como era razón al rey don Jaime:
procuro se dar algún
corte con embajadas que se enviaron; pero como no se efectuase nada,
vino el
negocio a rompimiento y a las armas. Hicieron se correrías y cabalgadas
de una
parte y otra, robos de hombres y ganados, y esto al principio de aquella
discrepancia.
Alasarcho, 'moro de ingenio sagaz', prometió entregar y rendir al
castillo de Reguara, que tenia en su poder,al Conquistador, y el rey don
Jaime, 'como era arriscado', creyose fácilmente que le trataba de
verdad; acudió con poca gente como a cosa hecha. Hubiera de caer preso;
mas quiso Dios que
le avisaron del engaño y de lo que pasaba; con que se puso al cobro. El
moro,
burlada su esperanza, se declaro por enemigo, y persuadió a los moros de
Valencia que tomasen las armas y que se levantasen.
El rey, movido por el peligro, acudió a Valencia: tratose en
aquella ciudad de echar aquella gente de todo el reino. Los señores, por
la ganancia que de aquella gente les venia, hacían contradicción: Los
prelados y el
pueblo otorgaban con el rey, que fue el parecer que prevaleció en las
Cortes.
Mandaron pues a todos los moros que saliesen del reino de
Valencia y de todo su distrito dentro de cierto tiempo. Ellos, aunque estaban
en armas sesenta mil dellos, obedecieron a lo que les fue mandado.
Repartieronse por tierras de Murcia y de Granada: gran parte
hizo asiento en La Mancha, que al presente de llama de Aragon, antiguamente de
Montaragon, de un pueblo deste nombre que por alli caia. Era comarca áspera y
no cultivada en aquel tiempo; al presente de señalada fertilidad en la cosecha
de pan con que provee a otras muchas partes. Llamose antiguamente campo Spartario, del mucho esparto que tiene.
El rey de Aragon, embarazado con estos alborotos, no pudo
volver las armas contra Castilla. Esta tardanza hizo que las sospechas de una
gran guerra se trocaron en muy alegre fin y remate. En el mismo tiempo que
Cristina después de un largo viaje ultimamente aporto a Toledo, que fue el año
de nuestra salvación de 1.254, se entendió que la reina estaba ocupada (o sea,
que estaba embarazada).
El rey, movido con una cosa tan fuera de lo esperado, trocó
el odio en amor. Los mismos que antes le persuadieron que la dejase,
trataron
que se reconciliase con la reina y hallaron razones en favor del
matrimonio que
antes tenían por invalido; tales son las adulaciones de cortesanos.
Don Felipe, hermano del rey, sin embargo que era abad de Valladolid y
electo arzobispo de Sevilla, renuncio al habito clerical con voluntad
del rey, su hermano, para casarse con Cristina, que acepto aquel
partido,
perdida su esperanza de ser reina: matrimonio que como mal trabado, en
breve se
aparto por la muerte de Cristina, que le sobrevino por la pena de la
afrenta, y
por el desabrimiento que recibió por un trueque semejante: así lo
entendió la
gente vulgar.
La esterilidad de doña Violante se mudo en fecundidad, tanto
que parió muchos hijos a su marido. Estos fueron doña Berenguela, doña Beatriz,
don Fernando por sobrenombre 'de la cerda', por causa de aun muy señalada, con
que nació en las espaldas, don Sancho, don Juan, don Diego, doña Isabel y doña
Leonor."
En 1.254, a pesar de que el repudio de doña Violante por don Alfonso no se llevo a efecto por la inesperada y feliz preñez de
la joven reina, las relaciones entre suegro y yerno no eran nada cordiales.
Jaime I estaba muy receloso porque Alfonso sostenía en Murcia muchas mas fuerzas de las acostumbradas.
Sin embargo, las intenciones belicosas del castellano no apuntaban a
Aragon. Su idea era llevar la guerra a Africa y de ello
son pruebas, las gracias que los ponticifes Inocencio IV y Alejandro IV
concedieron a quienes participaran en la empresa, pero las
circunstancias no le permitieron hacerlo. Mas urgente era asegurar la
posesión de Sevilla, ocupando las
plazas cercanas que aun estaban en poder de los musulmanes, unas porque
no se
habían reconquistado todavía y otras porque se habían vuelto a perder.
Los moros de Jerez, temerosos de la destrucción de
sus cosechas y campos, pactaron su rendición y la impusieron a su reyezuelo
Aben Abit. Las condiciones no pudieron ser mas benévolas. Don Alfonso ocupo el
alcázar y permitió a los moros seguir en posesión de sus casas y heredades y
que Aben Abit saliera de la ciudad con todos sus bienes muebles.
Medina Sidonia y Lebrija siguieron la misma suerte que Jerez.
Ocurrió entonces el enfrentamiento de don Enrique,
infante de Castilla, contra su hermano, Alfonso X, y la alianza del
infante rebelde con Jaime I, que deseaba poner pleito a su yerno.
Del matrimonio de don Jaime con doña Violante de
Hungria, además de Doña Violante, mujer de Alfonso X, nacieron otros
hijos, entre ellos doña Constanza.
Se ha escrito que doña Violante sentía gran envidia por su hermana y
aunque algunos autores aseguran que este odio o aversión
tenia su nacimiento porque: "Al su tiempo no avia mas fermosa mujer (que
doña
Constanza) en ninguna tierra", tal vez esto sea una exageracion
adulatoria a
que tanto estaban acostumbrados los cronistas contemporáneos de aquellos
monarcas, y el rencor que sentía doña Violante por su hermana no fuese
otra cosa que
una enconada envidia engendrada en la niñez, puesto que doña Violante
salio para Castilla, para casarse con don Alfonso, a la edad de diez
años y su hermana
Constanza no pasaría entonces de los seis.
Don Jose Maria Soler Garcia, en su Relación de Villena, refiere que la
reina madre llego a temer tanto por su hija Constanza que
aceptaba incluso la posibilidad por parte de doña Violante, de atentar
contra
la vida de su hermana. Hasta el punto de que poco antes de morir,
suplico a su
marido que le jurase que no casaría a doña Constanza sino con un rey,
para evitar de este modo el peligro a que se vería expuesta si la casaba
en Castilla
donde reinaba su hermana. Y don Jaime, juro que tal haría.
Según algunos autores árabes, el rey Jaime pretendía conquistar el reino
de Murcia por su cuenta, mientras don Alfonso decía que
estos territorios eran de su primera conquista y los quería para
dárselos como
reino a su hermano don Manuel, a quien amaba mucho. Y como esta
rivalidad impedía la realización de los deseos de ambos, resolvieron
casar a Don Manuel con
la hija de don Jaime. Pero como la hermana de esta y mujer de don
Alfonso era
vana y envidiosa y menos hermosa que ella, se sintió herida en lo mas
profundo
de su ser cuando supo que se quería dar una corona a la que tanto
aborrecía, y
puso de su parte todo lo que pudo para impedirlo.
Ambas versiones, la cristiana y la musulmana,
coinciden, pues, en lo fundamental, lo que nos hace aceptar, a pesar de
la carencia de testimonios directos, la promesa de entregar el reino de
Murcia a don
Manuel por parte de su hermano Alfonso.
Pero antes de que se produjeran estos hechos, o paralelamente, tuvo
lugar la rebelión del infante don Enrique contra don Alfonso y su
alianza con don Jaime.
Este inquieto infante, solicito del rey aragonés
la mano de su hija Constanza, pero este, a pesar de sus deseos, ya que le veía
con agrado, le hizo saber la imposibilidad en que se hallaba de concedérsela,
por culpa del juramento que había hecho a su esposa, de no casarla sino con un
rey.
Otra cosa seria si el consiguiera algún territorio
y se proclamara rey.
Ni corto ni perezoso, el aventurero príncipe se
dirigió al pequeño reino moro de Niebla y cerco la ciudad. Teniéndola
por tomada pidió a don Jaime que le entregara la mano de su hija, pues,
como habían
acordado, ya poseía un reino.
No pasaron inadvertidas estas maniobras a los reyes de Castilla, que se dieron cuenta del peligro que suponía para el futuro de
su corona el casamiento de estos infantes.
El matrimonio tenia que impedirse a toda costa y
para ello, mientras don Alfonso se dirigía a Niebla, doña Violante se presento
en Aragon con sus dos hijos, manifestando al rey don Jaime, su padre, que venia
a quedarse con el, ya que consideraba a Castilla como tierra extraña desde el
momento en que el, su propio padre, quería privarla de la corona al intentar
casar a doña Constanza con don Enrique.
Don Jaime no sabia como resolver tan complicada
situación, pues no podía faltar a su palabra dada al infante don Enrique sin
desairar a su querida hija.
Todo se resolvió fácilmente. Doña Violante le sugirio que tal vez el
infante don Enrique no fuese el marido mas apropiado para
su hermana... ni para el futuro de Castilla, sino su otro hermano, don
Manuel,
que era menos ambicioso y revolucionario y se llevaba muy bien con don
Alfonso,
al que se podía hacer rey sin don Jaime reconquistaba para el el reino
de Murcia, que había caído recientemente otra vez en manos de los moros.
Y por otra
parte, exponía la posibilidad de que tal vez don Enrique no disfrutase
mucho
tiempo de su recién ganada pequeña corona, pues su marido y el propio
don Manuel, habían salido a su encuentro.
Efectivamente, don Enrique no pudo tomar Niebla.
La ciudad se resistió, dando lugar a que don Alfonso y don Manuel se
presentaran por las cercanías, con lo que, prudentemente, don Enrique se
retiro sin haber conseguido sus propósitos.
Nueve meses y medio de asedio resistió Niebla. Los
castellanos batían sus altas murallas con las viejas maquinas de guerra,
mientras que los musulmanes las defendían con artillería (cañones que
cargaban con
pólvora y lanzaban bolas o pelotas), hasta entonces no vista, al
parecer, en
las guerras peninsulares. Pero al fin hubieron de rendirse en febrero de
1.262.
Alfonso X, siempre generoso, concedió a Aben Mafod, heredades en la
huerta de Sevilla y rentas sobre la judería de esta ciudad. A los moros
les permitió seguir viviendo en los lugares abiertos; esto es,fuera de
las murallas de la población.
Dos meses mas tarde, el rey sabio concedía a la
villa de Almansa el primero de los muchos privilegios que habría de acumular a
lo largo de su historia.
La primera tarea de los reconquistadores cristianos consistió en la
repoblación de sus nuevas tierras, que habían quedado practicamente
deshabitadas por la huida de los moros, para lo cual, los monarcas
vencedores adoptaron una serie de medidas que se tradujeron en
privilegios y
exenciones de tributos a los nuevos pobladores.
El tenor de este privilegio es el siguiente:
"Sepan quantos este previllejio vieren et oyeren cono Nos
don Alfonso por la gracia de Diso Rey de Castilla, de Toledo, de Leon,
de Galizia, de Sevilla, de Cordova, de Murcia, de Jahen, del Algarve. En
uno con la
Reyna Doña Violante, mi mujer, et con nuestros fijos el Ynfante don
Fernando
primero y heredero, et con el Ynfante Don Sancho, et con el Ynfante Don
Pedro
et con el Ynfante don Juhan, por que entendemos que es servicio de Dios
et de
nos ser de guarda de la tierra et por grand saber que avemos de facer
bien et
merced a todos los cristianos pobladores de Almansa que es en la nuestra
conquista del Reyno de Murcia, a los que agora y son moradores e seran
de aquí
adelante para siempre. Damosles et otorgamosles que ayan aquel mismo
fuero et
aquellas franquezas que an los pobladores cristianos del Concejo de
Requena en
todas cosas et defendemos que ninguno sea osado de y contra este
previllejio
para quebrantarlo ni para menguarlo en ninguna cosa ca qualquier que lo
ficiese
avrie nuestra yra. Et pecharnos ya en coto mill maravedis. Et a los
pobladores
de Almansa o a quien su boz toviere, todo el daño doblado. Et porque
esto sea
firme et estable mandamos sellar este previllejio por mio sello de
plomo. Fecho
el previllejio en Sevilla por nuestro mandado, sabado quince dias
andados del
mes de abril en hera de mill et trezientos años."
Pero este documento,
no sirvió para nada en la realidad.
Los dos reyes musulmanes que quedaban en España,
el de Granada y el de Murcia, eran vasallos de Castilla, pero el de Granada, el
único que tenia un reino, pues el de Murcia, como es sabido, había entregado el
suyo al monarca castellano, se puso en acuerdo con el rey de los benimerines de
Fez, Yacub Aben Yuzef, y con Alboaquez de Murcia, para promover una sublevación
general de todos los moros que vivían en tierras de Castilla.
A los de Sevilla se les encargo la captura de las
personas reales. Alfonso conoció a tiempo la conspiración y pudo poner a salvo
a su familia; pero no pudo evitar que en tres semanas quedaran en manos de los
moros mas de trescientos lugares, entre villas, ciudades y castillos de Murcia
y Andalucia.
En 1.263, un año después, don Alfonso había recobrado Cadiz, que si se había reconquistado en el periodo anterior, se había
perdido pronto, y todas las plazas de Andalucia que se habían sublevado.
El rey de Granada, con mil quinientos jinetes benimerines, hostilizaba incesantemente por la frontera. Alfonso X instalo su
cuartel general en Córdoba y necesitando mas caballeros, los obtuvo dispensando
a los labradores del pago de la Martiniega, a condición de servirle en la guerra, a caballo, tres meses cada año.
Cuando Alfonso tuvo asegurada la frontera granadina, volvió sus armas
contra el vecino reino de Murcia. La flota de Castilla
mandada por su almirante Rui Lopez de Mendoza, se situó frente a
Cartagena,
mientras el ejercito, constituido por las mesnadas concejiles de Cuenca,
Alarcon y Alcaraz, a las ordenes de don Gil Garcia de Azagra y don
Diego Lopez Salcedo, atacaba por tierra. Cartagena se rindió.
Entretanto había salido para Aragon el maestre de
Calatrava, don Pedro Yañez, con cartas del rey y de la reina de Castilla para
don Jaime, en las que le anunciaban la traición de Alhamar de Granada y el desembarco de Aben Yusef, rey de Marruecos.
Alfonso X, decia al rey de Aragon, que tenia fuerzas suficientes para contenerlos en Andalucia, pero le pedia ayuda contra los
sublevados en Murcia, por donde el reino de Valencia, en poder suyo, estaba
tambien en amenaza, y de hecho tambien se sublevo.
La embajada llego a Zaragoza el 7 de marzo de
1.263. En Huesca reunió don Jaime a los infantes, prelados y demás
personajes
para exponerles la petición de su hija y de su yerno. El parecer de los
reunidos fue que nada podía hacerse sin consentimiento de las Cortes.
Don Jaime convoco las de Cataluña en Barcelona y las de Aragon en
Zaragoza, mas que para resolver sobre la ayuda solicitada, ya que estaba
resuelto a prestarla, para pedirles los medios necesarios para ello.
A los cortesanos que pretendían oponerse a la intervención aragonesa,
les opuso don Jaime, como dice Zurita, que no podía dejar
de intervenir sin gran deshonor suyo y peligro de la tierra y el reino
de Valencia, y aun añadió, como razón suprema, "porque el asunto
interesaba a toda
España".
Alfonso estaba en Sevilla en julio de 1.263 y salio en campaña con su
hueste recobrando Jerez y su castillo, después de batirlos con
artillería durante cinco meses, y, a continuación y con mas facilidad,
se apodero de Vejer, Medina Sidonia, Rota y Sanlucar; pobló el Puerto de
Santa
Maria y expulso de Lebrija y Arcos a los moros, en castigo de su
rebeldía.
En 1.264, Almansa obtuvo el segundo de sus privilegios, encaminado, como
el anterior, a repoblar la zona, pues el primer no habia causado el
efecto deseado.
Decia así:
"Sepan todos quantos esta carta vieren como Nos, Don Alfonso
por la gracia de Dios Rey de Castilla, de Toledo, de Leon, de Galizia,
de Sevilla, de Cordova, de Murcia, de Jahen et del Algarve, por facer
bien et mercced
a los pobladores cristianos que poblaron Almansa et porque el lugar se
pueble
mejor, otorgamosles que ayan el Fuero et Franquezas que han el Concejo
de Cuenca complidamente en todas cosas. Otrosi, por facerles merced
damosles el heredamiento que dizen el Fondon del Mugron, así como va del
algibe que esta en la
carretera de Ayora contra Almansa. Otro si, les damos la alqueria que
dize borja
haron con todos sus terminos, que la ayan por heredad et todavía les
faremos
mas bien y mas merced y mandamos a don Grigorio que les parte estos
heredamientos sobredichos por cavallerias et por peonias, Et que
entregue estos terminos
et no faga ende al et ninguno nos sea osado de gelo contrallar ni de
gelo enbargar ca qualquiera que lo fiziese a el et a lo que oviese me
tornaria por
ello. Et porque esto sea firme et no venga en dubda damosles ende esta
nuestra
carta abierta sellada con mio sello de cera colorado fecha la carte en
Sevilla
por mandado del Rey, jueves nueve dias de octubre hera de mill et
trezientos y
dos años. Yo Garcia Dominguez la fize escrivir".
Debo advertir al lector, que las diferencias que
pueda encontrar entre el texto anterior y otras transcripciones publicadas, se
deben a que el presente esta tomado de un traslado y no del manuscrito original.
Don Alfonso, tras haber redactado este nuevo privilegio, no debio quedar muy satisfecho, porque cuatro dias después volvio a
conceder a la villa nuevas heredades, que ensanchaban considerablemente su termino.
"Sepan quantos esta carta vieren como Nos, Don Alfonso, por
la gracia de Dios, Rey de Castilla, de Toledo, de Leon, de Galizia, de
Sevilla,
de Cordova, de Murcia, de Jaén, del Algarve, Damos a Almansa et a los
pobladores que son et que seran de aquí adelante estos lugares que aquí
dize por termino: Alpera et Carcelen et Bonete, que los ayan con todos
sus terminos y con
sus aguas y sus pastos et con sus montes así como los avien en tiempos
de los
almohades et defendemos que ninguno sea osado de gelo contrallar ni de
gelo enbargar ca que qualquier que ficiese a el et a lo que oviese nos
tornariamos por
ello. Et mandamos a Don Gregorio que les entregue estos lugares
sobredichos con
todos sus terminos segund dicho es et que les parta el heredamiento que
fuere
por cavallerias et por peonias. Et por questo no venga en dubda dimosles
ende
esta nuestra carta abierta sellada con nuestro sello colgado de cera.
Fecha la
carta en Sevilla por mandado del Rey en treze dias del mes de otubre
hera de
mill III y dos años. Yo Garcia Dominguez la fize escrivir".
Cuatro meses mas tarde, en febrero de 1.265, Don
Alfonso volvía a conceder a los pobladores de Almansa, otro fuero: el nuevo de
Cuenca y las que gozaba el de Alicante.
"Sepan quantos este Privilegio vieren, e oyeren como Nos Don
Alfonso, por la gracia de Dios, etc., etc.,
... Por gran favor, que havemos de facer bien, y merced a
los Pobladores Christianos de Almansa, tambien a los que agora hy son
moradores, como a los que seran de aquí en adelante para siempre jamas,
otorgamosles,
que ayan fuero nuevo que han en el Concejo de Cuenca, e que ayan las
franquezas, que han el Concejo de Alicante complidamente en todas las
cosas. E otro si,
les damos que ayan por termino, e por aldeas de Almansa para siempre,
Alpera, e
Carcelen, Bonete e el heredamiento que dizen el Fondon del Mugron, ansi
como va
del Algibe que esta en la carretera de Ayora contra Almansa, e el
Alceria, que
dizen Burxaharon, todo esto que lo ayan con todos sus terminos, e con
todos sus
heredamientos, e con sus aguas, e con sus pastos, e con sus montes, e
con sus
entradas, e con sus salidas, e con todas sus pertinencias, ansi como las
habían
en tiempo de los almohades; e mandamos, e defendemos, que ninguno non
sea osado
de ir contra este Privilegio, para quebrantarlo; nin para menguarlo en
ninguna
cosa, ca qualquier que lo ficiese abrie nuestra ira, pecharnosya en coto
mil
maravadis, e a los pobladores de Almansa, o a quien su voz tuviese todo
el daño
doblado. E porque esto sea firme, e estable, mandamos sellar este
Privilegio
con nuestro sello de plomo. Fecho el Privilegio en Sevilla por nuestro
mandado,
Lunes quince dias andados del mes de Febrero en era de mil y trescientos
y tres
años. E nos el sobredicho Rey Don Alfonso, reynante en uno con la Reyna
Doña
Violante, mi mujer, e con nuestros fijos el Infante D. Fernando,
primero, e heredero, e con D. Sancho, e D. Pedro, e D. Juan, en
Castilla, en Toledo, en Leon
en Galizia, en Sevilla, en Cordova, en Murcia, en Jaén, en Baeza, en
Badajoz,
en el Algarve, otorgamos este Privilegio, e confirmamoslo. (Siguen 56
firmas
entre las que se encuentra la de Don Manuel, su hermano, que al poco se
convertiria en el primer señor cristiano de Almansa). Yo Juan Perez de
Ciudat la escrivi por mandado de Millan Perez Ayllon, en el año treceno
que el Rey Don Alfonso reyno."
A estas alturas, la sublevación de los moros murcianos se había corrido
hasta Almansa y no sabemos si la escasa población cristiana huyo, o si
la villa no llego a ser acosada por los musulmanes, pero de
cualquier modo, esta nueva situación no duro mucho tiempo pues Jaime I
se apresuro -en un solo año- a recuperar todo el territorio de Murcia
para su yerno y
los moros que se habían apoderado de Almansa -o parte de ella- fueron
derrotados sin demasiado esfuerzo por el aragonés en las cercanías de
Alpera, con la
ayuda de D. Manuel, hermano del rey Sabio y próximo nuevo yerno del
"Conquistador".
La boda entre D. Manuel y Doña Constanza, se celebro en Calatayud, en un ambiente de recelo e inquietud, ya que se temía algún
intento de perturbación por parte del despechado D. Enrique.
Durante los desposorios, cien monteros de don Manuel estuvieron
guardando arma al brazo los alrededores de la iglesia, pues deciase que
en las visitas en que el Rey de Aragon prometió a su hija a don Enrique,
se habían dado estos secreta promesa de casamiento, " sin dubda ellos
se amaban mucho el uno al otro", y hasta se aseguraba que don Enrique acompaño
en una ocasión a la infanta un buen trecho usurpando las funciones del servidor
que la guardaba. Se temía que el infante rebelde alegase en ultimo extremo el
compromiso concertado en secreto.
Todos estos temores se desvanecieron, por fin, con
la huida al extranjero de Don Enrique.
Una vez que Don Jaime completo la reconquista definitiva del reino de Murcia, se la devolvió a su yerno en una entrevista que
sostuvieron en Alcaraz, esperando que don Alfonso diese aquellos territorios a
su hermano don Manuel, como tenían acordado, en calidad de reino.
Pero don Alfonso, inspirado acaso por doña Violante, fue dando largas al
asunto, tratando de eludir el cumplimiento de la promesa.
Según después aducía don Juan Manuel, don Alfonso
hizo en secreto que los moros se apoderaran del avituallamiento de la
hueste
castellana, poniéndola en peligro de hambre, haciéndoles decir que nunca
se entregarian a Alfonso si este no prometía revocar la donación que
del reino había
hecho a favor de su hermano, pues no querían otro señor que el, al rey
don Alfonso.
Simulando entonces, el rey "Sabio", una contrariedad que estaba muy
lejos de sentir, obligo, por así decirlo, a todos los personajes de la
Corte, a que rogasen a don Manuel que renunciase el mismo a sus derechos
de Rey. Y, a pesar de que algunos le pusieron en antecedentes del
asunto
"como era omme bueno et leal amaba mucho al Rey", solicito a su hermano la revocacion.
El monarca castellano, aparentando una repugnancia
enorme, replico: "Que non lo faria en ninguna manera" y "que antes moria el de
fambre et todos los de su hueste que nunca en tal pleito consintiese", a lo que
don Manuel, en ultima instancia, hubo de argumentarle que acabase de conquistar
el reino de Granada, que el se daria por bien pagado con lo que luego el rey
quisiera darle.
Don Alfonso, como a regañadientes, accedió entonces a darle Elche, "con una comarca de lugares que llaman el Alhofra, que fue
siempre como reyno o sennoio apartado, que nunca abedescio a ningun rey".
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