Desde la muerte de doña Blanca Manuel, el Estado
de Villena "no hizo pie fijo", como dice Hermosino.
Ya hemos visto -nos dice D. Jose Maria Soler- que
al Infante Don Enrique le fue confiscado el Ducado de Villena por su enemistad
con el Rey Don Juan II. Los bienes que poseía fueron repartidos entre los que
le habían permanecido fieles (al Monarca castellano), uno de los cuales era su
Oidor y Referendario, el Doctor Pero Yañez o Periañez, a quien debió caberle en
suerte, aunque en precario, una de las villas del Infante rebelde.
No hemos visto mencionada nunca esta donación, pero existen en el archivo de Villena tres documentos que parecen atestiguarla.
Es el primero una cédula fechada en Toro, a 17 de
agosto de 1.440, por la que el Doctor ordena a los de Villena acudir a Ferrando
Lopez de Saldaña con las rentas y derechos que tenia en la villa el dicho Contador Mayor "antes que la dicha villa a mi fuese dada".
El segundo es otra carta, sin lugar de emisión,
fechada el 22 de noviembre del mismo año de 1.440, en la que se dirige al "Concejo e alcalldes, oficciales e omes buenos de la mi villa de Villena", confirmándoles otras anteriores por las que alzaba el embargo que se hubiera puesto
en las rentas de Ferrand Lopez de Saldaña.
El tercero de estos documentos es una cédula del
Rey Don Juan II, fechada en Valladolid, a 17 de noviembre de 1.440,
dirigida a
su Recaudador Mayor del Obispado de Cartagena para que sobresea a los de
Villena el pago del pedido mientras se determina en el Consejo Real el
pleito el pago que pende sobre sus privilegios. Ello a petición del
Doctor Pero Yañez y del
"Concejo, alcalldes, alguazil, regidores, cavalleros, escuderos e omes buenos
de la su villa de Villena".
Si tal donación se produjo, como estos documentos
parecen demostrar, no prevaleció por mucho tiempo. Lógicamente, no podía
prevalecer la segregación de una villa que había sido la cabeza de uno
de los estados feudales mas importantes de la Edad Media y que solo
habían poseído personajes de estirpe real.
El Doctor Yañez, o Periañez, como dicen las crónicas, desaparece de la
historia tan misteriosamente como había entrado y ya nunca se le vuelve a
mencionar.
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