La historia que nos ha llegado de este personaje
lo ha sido (como casi todo lo escrito) a través de las versiones de los
religiosos de turno, que adornaban los hechos con cuantos hechos
milagrosos les dictaba su imaginación, su pasión, o su oficio.
Un ejemplo de esto, es la versión del asunto que
apareció en un folleto titulado LA VICTORIA DE ALMANSA (Reportaje de un Ermitaño), firmado por Carlos Martines de Campos.
...En pocos horas de angustia mortal, vi escenas macabras de
feroz ensañamiento y también otras de exaltado patriotismo y heroicidad sublime
Oyeron mis oídos plegarias a Dios e impías blasfemias en confusión de lenguas,
como nueva Babel. Me cruzo (entonces) una visión que me hizo ver pasar por el
cielo azul la figura mimbrada del Evangelista San Marcos, jinete
en caballo
blanco, arengando a las huestes leales; contemple alzarse majestuosa,
vibrante,
de entre un montón de soldados caídos, a una figura gigantesca, mal
cubierta
por una casaca hecha jirones, levantando en su mano izquierda un gran
Crucifijo
mientras con la otra, el sable que empuñaba, pasaba a cuchillo a cuantos
contrarios se le ponían delante; y vi, horrorizado, como un buen
piadoso vecino de
la Villa, llamado Anton Gil, dueño del molino al que (yo) acudía de vez
en cuando para recibir alguna harina de limosna, como en exaltación
heroica, derribaba
de su cabalgadura a un soldado ingles y (lo) remataba en el suelo a
golpes de 3
hacha; y vi como recogiendo del campo de batalla una alabarda, el gorro
de su
víctima y la gualdrapa de su caballo, salia con sus trofeos corriendo
hacia la
población gritando ensoberbecido: /Hemos ganado, hemos ganado; Viva la
Virgen
de Belén /...Y... no vi mas (de la batalla) porque marche tras Anton
deseoso de
llevar también a los vecinos de la Villa la noticia feliz de la
victoria.
Las calles del pueblo, hasta llegar a la Iglesia nueva, estaban
desiertas. En cambio, la amplia nave del Templo, llena de gente,
postrada
de rodillas, con el Santísimo expuesto, entonando plegarias al Dios de
los Ejércitos.
Anton Gil con la gualdrapa del caballo sobre los hombros a
guisa de capa, en la mano la mitra del soldado ingles, y con la otra alzando
la alabarda, penetro en la iglesia, repitiendo el mismo grito que en el campo
de batalla: /Victoria, victoria/... //Viva la Virgen de Belén//.
Un clamoreo general de enardecido entusiasmo acogió el vítor
a la Virgen con la noticia del triunfo, y las autoridades de la Villa
que se
encontraban (en el) baptisterio del santo lugar, los Capitulares don
Nicolás
Ochoa, don Francisco Galiano Spucha (sic, por Spuche), don Luis
Rodriguez de
Navarra (sic, por Enriquez de Navarra), don Francisco Casa (sic, por
Ossa) Galiano y don Antonio Moreno y otros señores principales, le
pidieron noticias
concretas, no acertando Anton Gil a decir otra cosa sino que se acababa
de ganar la batalla, y que en testimonio de ello prometía a la Virgen
Santísima, bajo solemne juramento, vestir aquel uniforme, tanto el como sus descendientes
y que en las procesiones de la Virgen Patrona predeceria a la imagen gritando:
(pero) añadiendo: /Y el ñiñico tambien/. Fueron momentos de sublime emoción, que acrecentaronse con la llegada del campo de batalla de otros soldados
almancinos corroborando la victoria.
No hay duda de que el autor (fuese o no un fraile)
supo construir un relato al gusto de la época, manejando con habilidad los datos históricos conocidos.
Así vemos que cita de pasada al Cristo de la Batalla, un crucifijo encontrado en campo de los partidarios del Archiduque, del
que daremos mas noticias después, cuando dice:
...Contemplo alzarse majestuosa, vibrante, de entre un montón
de soldados caídos, a una figura gigantesca, mal cubierta por casaca
hecha jirones levantando en su mano izquierda un gran Crucifijo,
mientras...
Tampoco el fraile, en su afán de agradar a lar
personas importantes del pueblo (como era la norma general), los dejo en muy
buen lugar, al situar a todas las autoridades refugiadas en la iglesia mientras
la batalla se dilucidaba a cuatro pasos de allí.
Lo mas cercano a la realidad que se ha escrito sobre esta historia, apareció publicado en El Eco de Almansa,
en 1.928, bajo el
titulo UN PERSONAJE TRADICIONAL, que no puedo indicar quien lo escribió
por carecer de firma el articulo y haberlo hallado en una hoja suelta de
aquel periódico. Dice así:
De los personajes mas curiosos y populares de nuestra Historia, uno de ellos es el Vitorero.
No se encuentra nada escrito acerca del origen de nuestro
típico y original Vitorero; únicamente y con la propia vaguedad es conocido lo
contado por la tradición de familia.
Cuentan que el origen del Vitorero fue; que cuando la Batalla de Almansa
en el año 1.707, había un mozo molinero en uno de los molinos de
la Ribera. Por aquella fecha, los habitantes de los caseríos estaban
aterrorizados por los continuos saqueos y muertes (de) que eran objeto
por parte de la
soldadesca, y aun mas si los pacíficos moradores eran partidarios de la
causa
de Felipe V.
Este mozo molinero vio a un individuo (que debió ser militar)
que con lanza en mano se dirigía a la casa del molino en actitud
amenazadora;
entonces el joven molinero desde una ventana dio muerte a dicho
individuo despojándole del uniforme que vestía y la lanza que llevaba
(que es la que actualmente lleva en las procesiones el Vitorero) y con
esto que consideraba como importante trofeo de guerra, se persono a las
autoridades y manifestó que diole
muerte por considerarlo enemigo y defender la propiedad de la casa, que
la veía
en peligro de haber sido saqueada; y para dar mas firmeza y crédito a su
declaración, hizo promesa solemne de vestir el uniforme el y todos sus
descendientes
y que en todas las procesiones de la Virgen precedería a la procesión
diciendo
Lo que puede haber de cierto sobre el origen del Vitorero,
es difícil de adivinar; pero lo cierto es que desde luego algún hecho de
importancia fue el motivo para que 221 años sin ninguna interrupción se
venga cumpliendo con la promesa o juramento del primitivo Vitorero.
El actual Vitorero se llama Pedro Gil Arráez, de oficio pastor, y lleva 8
años de Vitorero. Su padre fue 20 años y su abuelo empezó a ser
Vitorero desde la edad de 8 años hasta la de 73 en que falleció. La
sucesión de
este cargo es perpetua y da derecho, como es natural, al hijo
primogénito y de
esta forma es como lo viene cumpliendo sin que se haya conocido ninguna
querella apesar (sic) de no existir documentación alguna.
Un anticuario le daba al actual Vitorero mil pesetas por el
traje, y además hacerle otro nuevo; pero este buen
hombre a pesar de su pobreza
creyó en honor y deber rechazar dicha oferta y así
lo hizo, estimando mas el
deshilachado traje que las pesetas ofrecidas, pues el estima su mitra y su lanza cual si fuese preciado relicario.
Con todo esto hoy el Vitorero es personaje muy simbólico en
nuestra Historia y que (su) en enigmático origen histórico se encierra algo muy
transcendental.
Rindamos hoy en tan memorable fecha en que hecho (sic) los
cimientos nuestra gloriosa dinastía Borbónica en homenaje y aunque
sencillo recuerdo al Vitorero, que cual Heraldo generoso, al dulce y
vibrante grito de
que tambien de forma triunfal y majestuosamente obstenta con orgullo los
fajines de Generala que el Gran Caudillo Duque de Berwick le entrego
agradecido de
la gran victoria que consiguió sobre el enemigo en tan fausto día.
(Posteriormente he sabido que el articulo pertenece a don
A. Oliver Valiente y su fecha es de 24 de marzo del 28)
Los lectores que conozcan el libro de Ruiz de Alarcon, verán
que se trata del mismo escrito, sin que don Jose se dignara citar la fuente de
procedencia tampoco.
Lo que yo creo que sucedió en esta historia es lo siguiente
(que el lector puede compartir o no):
Antonio Gil, el protagonista de este relato, era un arrendatario de un
molino que, en el día de la celebra batalla, se encontraba en su
finca con la camisa que no le llegaba al cuerpo pensando en la
posible derrota de los ejércitos de Felipe V, por los pillajes y
represalias que seguirían a
continuación, dado de que la Villa se había decantado por el de Borbon.
A media tarde, tal vez, y cuando la batalla ya se había decidido a favor
de Felipe, comenzaron a pasar por las cercanías del molino numerosos
fugitivos (que dias mas tarde serian capturados en las cercanías de La
Encina, y en el cerro que ahora se conoce como de Los Prisioneros), la mayoría de los cuales era de caballería.
Probablemente uno de aquellos hombres, que intentaba salvar
la vida a toda costa, habiendo perdido su cabalgadura, se acerco al
molino en
busca de una montura (un bicho con cuatro patas) que le permitiera huir
con mas
celeridad.
Pero Anton Gil, como cualquier otro propietario rural, no
estaba dispuesto a dejarse robar y cuando lo vio acercarse (con mas o
menos sigilo o insolencia) le soltó un trabucazo desde una ventana.
En tal hecho no existió odio, ni heroísmo ni otra cosa digna
de alabanza o censura (excepto la muerte), sino un acto acaso de legitima defensa de la propiedad.
Anton era un hombre sencillo y aquel sujeto no le dejo un
buen sabor de boca, por lo que no es extraño que se viera impulsado por su con
ciencia religiosa a prometer o jurar salir el y sus descendientes, en todas las
procesiones, vestido con aquellas armas y ropas quitadas al muerto, en un acto
expiatorio. El vítor a la Virgen no hace sino confirmar este sentido de culpabilidad.
La persona que actualmente ocupa este cargo se llama Jose
Gil Lopez y lo desempeña desde 1.959, aunque en los últimos años de su
padre
tuviera que suplirle en varias ocasiones por enfermedad, como tambien el
ha sido sustituido por su hermano Juan en alguna oportunidad.
Volvamos con el Cristo de la Batalla como hemos prometido,
aunque su historia no sea demasiado interesante.
El Crucifijo fue encontrado en el campo de batalla por unos
labradores (probablemente cuando se procedía a enterrar a los muertos y a
recoger a los heridos) quienes lo retuvieron en su poder hasta épocas
muy cercanas
en que sus descendientes (la familia Nolina Rubio) lo cedieron al
Ayuntamiento.
Como se advierte en la foto que acompaña, la imagen es una
bonita talla, que los entendidos identifican como del siglo XVI y tiene
la particularidad de contar 33 nudos en las ramas que forman la cruz
(aunque yo no
los he contado.)
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