Almansa Musulmana

Como antes hemos indicado, lo mas probable es que, a la llegada de los árabes, en el termino de Almansa no quedasen mas que ruinas de los poblados mencionados con anterioridad.

Bosques talados, ganados esquilmados, tierras de labor invadidas por la grama a causa del abandono... Si a este panorama le añadimos que en época de lluvias, amplias zonas del termino se enlagunaban por largos periodos debido a que las aguas estancadas no tenían salida natural, hemos de pensar que el lugar no se presentaría ante las ávidas pupilas berberiscas, con una imagen muy seductora que digamos. Ello nos induce a creer que la ocupación de esta zona no se verifico en los primeros momentos de la dominación musulmana, y así, cuando la conquista se consolido y fueron ocupados y repoblados los terrenos que quedaban libres de la rapiña inicial.

Según refiere el orientalista Conde: "Después de que Abdelaziz hubo asegurado las ciudades de Andalucia, paso con su hueste a la parte meridional de la Península donde hacia frontera con los árabes el caudillo cristiano Tudmir (Teodomiro), perteneciente a una de las principales familias godas, que gobernaba en una amplia zona conocida por tierra de Tudmir.

Este príncipe -prosigue Conde- era muy esforzado y ya se había distinguido en varias ocasiones en que se enfrento a los árabes desde la batalla de Guadalete, en la que, cuando los cristianos fueron desbaratados, reunió y retiro las reliquias de su gente y las libro de las espadas de los vencedores.

Cuando entendió Tudmir que Abdelaziz se disponía a invadir sus dominios, salio a su encuentro con las escasas tropas que logro reunir, pero no cometió la locura de hacer frente a tan poderoso enemigo en campo abierto, sino que ocupo los montes y pasos difíciles en donde, con pocos efectivos, incomodaba y causaba daños en muchas ocasiones.

Pero aquello no podía prolongarse. Peleando en Orihuela, que inmediatamente fue cercada por los bereberes de Abdelaziz y como Teodomiro no contaba con hombres de armas suficientes para defenderla, ideo una estratagema -siempre a decir de Conde, a quien seguimos- y dispuso que las mujeres se vistieran como hombres y subiesen armadas a las murallas, con los cabellos cruzados bajo la barbilla para que pareciesen barbas. Este engaño salio bien a Tudmir y los árabes pusieron cerco a la ciudad con todas las precauciones convenientes, como suelen hacerse delante de una numerosa guarnición.

Entonces salio de ella un caballero enviado de Tudmir, que se acerco y pidió seguro, el cual le fue concedido.

Preguntose Abdelaziz, que le recibió muy bien y este mensajero, en nombre de Tudmir y de la ciudad, pidió seguridad y paz, porque se allanaban a entregarse con buenas condiciones, conforme a la generosidad de los caudillos muslimes y a la nobleza del príncipe que las pedía por el bien de sus pueblos. Dijo este caballero que venia autorizado a concluir el concierto y avenencia que otorgase y se escribió de esta forma:

"Escritura y convenio de paz de Abdelamiz ben Muza ben Noseir, con Tudmir ben Gobdos, rey de tierra de Tudmir.

En el nombre de Dios (Ala), clemente y misericordioso, Abdelamiz y Tudmir hacen este convenio de paz, que Dios confirme y proteja: Que Tudmir haya el mando de sus gentes y no otro de los cristianos de su reino: Que no habrá entre ellos guerra, ni se les tomaran cautivos sus hijos, ni mujeres: Que no serán molestados sobre su religión, ni se les incendiaran sus iglesias, sin otros servicios ni obligaciones que las aquí convenidas: Que esta avenencia se entendía tambien sobre otras siete ciudades: Auriola, Valentila, Lecant, Mula, Bocsara, Ota y Lorca (1): Que el (Tudmir) no recibirá nuestros enemigos, ni nos faltara a la fidelidad, ni ocultara trato hostil que entienda: Que el y sus nobles pagaran el servicio de un dinar o áureo (moneda de oro) cada año y cuatro medidas de trigo y cuatro de cebada y cuatro de mosto y cuatro de vinagre y cuatro de miel y cuatro de aceite; y los siervos o pecheros la mitad de esto.

Fue escrita en cuatro de Regeb de 94 de la Hegira. Testificaron sobre esto Otaman ben Abi Abda, Habib ben Abi Obeida, Edris ben Maicera y Abulcasim el Mezeli."

Después que el convenio hubo sido firmado, el caballero cristiano se identifico como el propio Teodomiro, lo que motivo que Abdelaziz se admirase de su valentía, sentimiento que se acentuó cuando Tudmir le descubrió la estratagema de que se había valido.

"Y Abdelaziz fue muy contento, y se holgó de su franqueza y noble proceder, y le hizo mucha honra, y comieron juntos como si de luengo tiempo fuesen amigos."


La aparente suavidad que se advierte en este tratado, de los vencedores sobre los vencidos, pone de manifiesto la real importancia de los moros para imponer condiciones de rendición mas severas.

Es de sobra conocido que el numero de combatientes bereberes que invadieron la Península a las ordenes de Tarik fue muy escaso, debiéndose sus rápidas y contundentes victorias, tanto a la destreza de su caballería como a la desorganización y desaliento de las tropas cristianas.

Al no poder dejar guarniciones en las plazas conquistadas, pues el numero de combatientes quedaría muy mermado, las condiciones de rendición se limitaban al pago de unos tributos mas o menos onerosos y a la total obediencia en cuestiones guerreras.

En realidad, la primera ola de invasores bereberes se limito a someter las ciudades, sin ocuparlas. En su frenético avance, se detenían ante ellas solo el tiempo justo para lograr su rendición -bien por capitulación, bien por la fuerza de las armas- para continuar enseguida su incontenible penetración.

No puede dudarse de que si en esa época hubiese habido una población de cierta importancia en el termino de Almansa, dada su privilegiada situación geográfica, Abdlaziz la hubiera incluido entre las siete ciudades rendidas por Teodomiro.

Los contingentes árabes que pasaron a la Península en la segunda ola, ya no estaban formados por toscos guerreros-pastores del Atlas africano, ávidos de gloria y botín, si no de gentes cultas procedentes de Arabia, creyentes del Islam, que, al contrario que los berberiscos, vinieron acompañados de sus mujeres.

Los recién llegados se apoderaron de los feraces campos andaluces y de las ricas tierras levantinas, obligando a los bereberes, despechados y humillados, a instalarse en las zonas forestales de las montañas y en las mesetas mal cultivadas de La Mancha, Extremadura, Salamanca, paramos de Leon y tierras altas aragonesas.

Ni las sacas abusivas de madera, ni el casi exterminio de los ganados, podían compensar la pobreza del suelo, la inclemencia del clima y lo aislado de las comarcas.

Ocurría, además, que los bereberes, como incultos pastores nómadas, se veían privados de toda intervención en la administración del territorio, e incluso sus circunscripciones recaían con frecuencia bajo mandos árabes, que los trababan, no como auxiliares, sino como vencidos. Soportaban por ultimo, el choque con los montañeses cristianos de Galicia, Asturias, Vasconia, etc., que pugnaban tercamente por recuperar sus territorios.

Entre los propios árabes, existía tambien una enconada lucha de clanes. Las viejas querellas familiares de Arabia se habían exportado a la Península y los amires del bando qaysi (en minoría) se esforzaban por imponer su hegemonía sobre los yamanies.

Apenas se cambiaba de "Wali", los odios recaían sobre el bando contrario, en lugar de apaciguarse y las persecuciones no fueron otra cosa que una interminable cadena de sucias venganzas. Con ser tan depresivo el trato que recibían en España los bereberes, aun era mas triste la situación de sus hermanos en el Norte de África.

Considerados injustamente como rebeldes a pesar de su conversión al Islam, despojados de sus ganados y abrumados por tributos excesivos, les robaban los conquistadores árabes incluso a sus mismas hijas, que eran muy apreciadas por los jefes orientales por su gran belleza, para enriquecer con ellas sus harenes.

Esto origino el paso voluntario de gran numero de bereberes a la Península, interrumpido desde la conquista y dio tambien motivo a un levantamiento general de los que quedaban en su país de origen.

En España, los árabes, para compensar de algún modo su inferioridad numérica, hubieron de transigir abiertamente con los conversos españoles.

Mientras que en áfrica, las grandes masas berberiscos, unidas por un sentimiento sectario, pasaron fácilmente a cuchillo las pequeñas guarniciones árabes, aprovechando que el grueso de las tropas se había embarcado para una expedición a Siciliana.

El califa Hixam lloro de dolor y rabia al conocer la carnicería de sus tropas y la extensión que había tomado la insurrección bereber, y envío un ejercito de 30.000 hombres (sirios) al que debían de unirse todas las fuerzas de Egipto y las africanas que se hubieran salvado.

Mas de 60.000 hombres avanzaron hacia el foco de la rebelión, pero acaso confiados en la superioridad de su arte militar, fueron sorprendidos por la temeridad fanática de los bereberes, que los derrotaron en durisima batalla. Los escasos siete mil sirios supervivientes lograron, a duras penas, apoderarse y hacerse fuertes en Ceuta, bajo el mando del qaysi Baly, desde donde solicitaron repetidas veces su paso a la Península, que les fue negado sistemáticamente.

Su situación comenzaba a ser trágica, pues carecían incluso de alimentos suficientes. Los sirios debieron aprender entonces que el problema bereber de África no se resolvía fácilmente por el imperio de las armas, aunque este fuese un credo muy del gusto de los musulmanes.

Ni en África ni en España, porque tambien en la Península hubo levantamientos berberiscos que se enlazaron con el africano.

El gobernador de España recibió orden de pasar a África con sus tropas y los bereberes del Norte, aprovecharon su ausencia para sublevarse, haciendo gran matanza entre los árabes de Galicia, Astorga y ciudades allende el Guadarrama: después pasaron los puertos y marcharon sobre Toledo.

Otro levantamiento del mismo carácter hubo en Sidonia, y una nueva conjunción de tres ejércitos bereberes marcharon sobre Cordoba, Toledo y Algeciras, poniendo en serios apuros al gobierno.

Los árabes se veían impotentes para contener a los berberiscos y el emir Abd el Malik, enemigo jurado de los sirios, que les había negado el permiso para pasar desde Ceuta, porque temía la presencia de aquellos jefes de ambiciones desmedidas, tuvo que ceder ante la eminencia del peligro y llamarlos como auxiliares.

Pasaron, pues, los sirios a España en el año 741 y restablecieron pronto su autoridad, derrotando a los berberiscos con gran dureza; pero con idéntica rapidez se resolvieron contra los árabes; Abd el Malik, vencido, fue hecho prisionero y, a pesar de sus noventa años y su gran prestigio, lo mataron.

Se había alejado el peligro bereber a costa de otro mayor: el de la soldadesca desmandada que quería cobrarse en España la sangre que acababa de costar África a sus hermanos. Baly, elegido por sus tropas, se había alzado amir del al-Andalus y llevaría a sangre y fuego su deseo de exterminio de todos los yamanies y medineses.

Este caudillo redistribuyo las tierras entre sus tropas, de la siguiente manera; los del Jordan, en Malaga; los de Emesa, en Sevilla; los de Quinnasrim, en Jaen y los de Egipto, en Tudmir, siendo relegados de nuevo los bereberes a las tierras mas áridas, donde, además, estaban casi en continua lucha contra los cristianos.

Comenzó una lucha despiadada entre árabes y sirios; Baly fue herido en una de las numerosas batallas y sobrevivió poco a sus heridas. Le sucedió en el mando su lugarteniente Talaba, pero solo se cambiaba de nombre, no de sistema.

Los árabes del país se defendían con bravura; los bereberes de Merida tambien se sublevaron contra los crueles sirios; la rebelión contra los intrusos se encendía por todas partes. El nuevo emir excedía en dureza a su antiguo jefe; los castigos que imponía escapaban a toda ponderación; a los mismos musulmanes los vendía como esclavos "al que menos diese por ellos"; uno fue cambiado por un chivo, otro por un perro inmundo.

La inesperada llegada de un nuevo emir, Abu Jattar el Kalbi, en 743, hizo concebir esperanzas de paz, que pronto se desvanecieron y durante doce años, la Fitna (guerra civil) se apodero de España.

Lucharon yamanies y qaysies, sirios y medineses, árabes y bereberes; los vencidos se rehacían; los vencedores se entregaban a sangrientas matanzas. Toda era desorden, ruina y desolación. En vano se habían distribuido tierras a los sirios para alejarles de Córdoba, organizandoseles en yund (circunscripciones militares con relativa autonomía) al uso de su país de origen; los flamantes yunund abandonaban sus recientes pertenencias a los sirvientes hispano-árabes y volvían a la borrachera de sus trifulcas raciales.

Yusuf el Fherri fue nombrado amir en 746 y se esforzo en solucionar aquel tremendo caos. Para ello, visito las provincias, escucho las quejas de los pueblos, puso nuevos gobernadores donde convenía y quito de sus cargos a muchos, por injustos y crueles.

Mando reparar, entre otras, las carreteras militares de Andalucia, Toledo, Zaragoza y Tarragona.

Empadrono todos los pueblos de España y la dividió en cinco provincias, de seis que solían ser en tiempos de los godos.

La de Tolaitola, (en cuya circunscripción se encontraba el termino de Almansa) estaba compuesta por las siguientes ciudades:

Tolaitola (Toledo), Badja (Baeza), Montescha (Montesa), Guad-Aexi (Guadix), Mursiya (Murcia) , Mula, Lurka (Lorca), Auriola (Orihuela), Eldjech (Elche), Sehateba (Jativa), Dania (Denia), Lecant (Alicante), Carthadjanach (Cartagena), Valentia (Valencia) y Guad al hakhara (Guadalajara). Como tampoco en esta relacion de ciudades se encuentra Almansa, hemos de pensar que su reedificación aun no se había verificado.

A Yusuf el Fherri le sucedió en el poder Aderraman I, tras haberlo derrotado en Córdoba.

Con este nuevo caudillo se establecía una cierta unidad entre los árabes de la Península. Sin embargo, los largos años de anarquía habían acostumbrado a los musulmanes españoles a no aceptar mando alguno y las rebeldías se sucedían, por lo que Abderraman I tuvo que luchar hasta su muerte para imponerse a unos y otros, sin logran conseguirlo por completo.

Este príncipe árabe, que no era un "guerrero", tuvo que negociar, transigir y valerse de la astucia; pero fue tenaz e implacable realizando su obra de organización sin calma ni método, en medio de las continuas luchas que sostuvo. Pero aun dentro de estos limites, su papel histórico fue considerable. Se ha dicho que sin el, la España musulmana habría quedado sumida en una agotadora lucha de clanes, infecunda y, además, indefensa ante la cristiandad.

Abderraman I, liquido el periodo caótico de la conquista. Fue el principio de unidad de la España musulmana -como ya hemos dicho- y campeón del Islam.

Hisham I, que le sucedió, se beneficio del esfuerzo de su padre y, salvo algunas rebeldías prontamente sofocadas, logro que su poder fuera acatado.

Abderraman II, hijo de Hisham, recibió de este un país de disenciones y su gobierno señala otra etapa en la España omeya, que constituye el enlace indispensable entre el primer Abderraman y el tercero, el Califa independiente.

Durante este periodo coinciden esplendor político y renovación cultural. Crece el prestigio de al-Andalus y se amplia el circulo de sus relaciones. Los emperadores bizantinos buscan su amistad, dejando abierto el camino para los mas estrechos contactos, que se llevara a cabo en el siglo X.

Si los aglabies de Túnez y los odrisidas de Marruecos se mantienen hostiles, otros pequeños principados bereberes, como el de tahart en la Argelia sahariana, gobernado por los rustimies, o el de los salihies, en la costa del Rif, se pusieron bajo protección del omeya.

El califato abasi no manifestaba ya pretensión alguna de recuperar España; esta actitud favorece la llegada de todo genero de influencias culturales y artísticas orientales, que son recibidas pródigamente por la Córdoba de Abderraman II.

Mientras tanto, los cristianos, que habían logrado mantener en las montañas un reducido territorio libre de invasores, fueron ensanchando sus posesiones, conforme sus necesidades de subsistencia les apremiaban.

La evolución lenta, pero inexorable, de la reconquista, tuvo sus principales fundamentos de éxito en las luchas intestinas musulmanas.

Durante el siglo VIII y las primeras décadas del IX, se fueron despoblando paulatinamente e insensiblemente las comarcas situadas entre el Duero y las montañas. Las gentes huían del país, devastado alternativamente por la climatología, los sarracenos y los cristianos.

Una a una se fueron arruinando todas las villas, aldeas o ciudades que en aquellas tierras se alzaron hasta entonces. En la segunda mitad del silo IX fue preciso colonizar de nuevo la meseta. Ordoño y Alfonzo el Magno, primero y los hijos y nietos de Alfonso, después, hubieron de realizar un gran esfuerzo para volver a la vida la extensa zona que limitaba por el Sur con el Mondego y el Duero.

La reconquista se nos presenta en este primer momento como una ocupación del terreno, o como entonces se decía: "una pressura". La "pressura" normal, indicio de audacia y valor, era considera como uno de los mas legítimos títulos de propiedad. La "pressura" era la ocupación de la tierra sin dueño cristiano. El ocupante de estas tierras de mas allá de las fronteras, se convertía en legitimo propietario, siempre que supiera defenderlas con la espada.

Desde el año 911 hasta el 961, ocupo el poder en la España musulmana Abderraman Alnaser Ledinala, o Abderraman III, y de su prospero mandato -por conocido- nos limitaremos a resaltar que su reinado fue la época mas brillante de la dominación de los árabes.

Las guerras civiles, que tanto habían incomodado a sus antecesores, se extinguieron por completo. Dilato su imperio por el Norte de África y fue tal su poder que hasta Sancho I de Leon, que había sido despojado de su reino, vino a implorar su auxilio y, gracias a el, lo recobro.

Abderraman III considero que no podía asegurar la felicidad del estado si no procuraba el bienestar económico de los pueblos y de los hombres y tomo varias providencias para conseguirlo. Entre ellas, según refiere el orientalista Conde, ordeno la construcción de una acequia de riego en Ecija.

"En Ecija -dice Conde- se construyo de orden del rey una acequia de riego y un abrevadero magnifico y se recabo la obra al principio del año 338 (949) y el gobernador de la ciudad y de su comarca, puso una elegante inscripción, que dice así:

"En el nombre de Dios, clemente y misericordioso, mando el príncipe de los fieles, engrandezcale Dios, Abderraman hijo de Muhamad, construir esta azequia, esperando los premios de Dios omnipotente, glorioso y dador de todo bien. Y se acabo esta obra con ayuda de Dios, por mano de su siervo y amil Omeya ben Muhamad ben Someid, en la luna de maharran, año de trescientos treinta y ocho."


Esto no es mas que un pequeño ejemplo, Abderraman III, dio "una grande extensión a la agricultura y al comercio y, a mas de proporcionar a muchos pueblos fuentes y baños, en todas partes que lo exigían las necesidades, cuidaba de socorrerles formando canales, pantanos y acueductos."

Todos sabemos que muchas palabras del Castellano provienen del árabe, sobre todo las concernientes a la agricultura pues nuestros ilustres invasores introdujeron en la península gran numero de vegetales. De ahí tenemos ahora las palabras: aceituna, acelga, acerola, ajonjolí, albahaca, alfalfa, alubia, altramuz, arrayan, arroz, azafran, azúcar, azufalfa, berenjena, jazmín, naranja, limón, rubia, sorgo, sandía, zanahoria,etc., así como las correspondientes a hidrología rural, como aceña, acequia, alberca, aljibe, almenara, badén, noria, tarquín, zanja...O de construcciones, herramientas y medidas agrarias, como alcaicería, alhóndiga, almazara, almunia, alquería, jaraíz, almud.

En estos momentos debido producirse la reedificación de Almansa, a la que los árabes bautizaron como Al-Manzah (el mirador), según nuestro criterio.

Pudiera ser que la fecha exacta fuese el año 964. Me baso en una nota de L. Torres Balbas, de su libro "Ciudades Hispano-musulmanas", pag.66 que dice lo siguiente:

Ibn Idari refiere que el califa al-Hakam II encargo a Ahmadb Nasr, el año 353 (964), construir o reconstruir una ciudad a la que no nombra en la frontera de Toledo (Bayan, II Texto, p 252 Trad. 300). Este personaje fue uno de los prefectos de policía encargados en el año siguiente 354 (965) de dirigir el revestimiento de mármol del milirab de la Mezquita mayor de Córdoba, según un epígrafe que corre por encima de el." Si desde las alturas de la sierra de Caroch, los musulmanes contemplaban el reino de Valencia, como desde un balcón, o mirador, desde la escarpada cumbre del cerro del águila se divisaban todos los caminos que cruzaban nuestra llanura y la fortificación de la roca, convirtiéndola en Hins (castillo) era una necesidad.

Las rinconadas fértiles del termino habían sido pobladas con anterioridad, pero las familias árabes instaladas en San Benito, Jodar, Los Molinas, Sugel, etc., ni contaban con otra protección que la de sus propios brazos, ni estaban asistidos por el control del gobierno.

Albañiles, canteros, carpinteros, etc, formando un denso grupo alrededor del Cerro del águila, y bajo la experta dirección de los ingenieros y la atenta vigilancia de la escolta armada del gobernador de la comarca, el castillo de Almansa fue alzando sus gruesos muros, airosos cubos y gallardas torres almenadas.

No tardaron las gentes del lugar -algunos de los cuales trabajaría, sin duda, en su construcción- en instalarse junto a sus muros, apiñándose en apretada colmena sus pequeñas habitaciones de fachadas encaladas.

El Cerro del Águila, es una aguda elevación triásica, que destaca vivamente sobre las llanuras diluviales que la rodean. Los geólogos se lamentan de que el recubrimiento cuartario en general y la urbanización y edificaciones construidas sobre ella, impidan el estudio de la mayor parte de dicha mancha, "que hoy -dicen- queda limitada a unas capas casi verticales de calizas dolomíticas oscuras separadas por banquitos muy estrechos de marcas grisáceas."
Al Este de esta mancha triásica y adosados a las calizas, se encuentran unos bancos de yesos, que fueron explotados hasta el mismo limite del lienzo oriental del castillo.

Como en todas las construcciones de este tipo, la edificación se acopla a las desigualdades del terreno, aprovechando al máximo sus posibilidades.

Pero, dejemos que sea la fotografía quien nos diga mejor que las palabras, como es este precioso castillo roquero.

FOTOS CASTILLO

Primero fue El Castillo; luego, la ciudad. Que ningún almanseño se deje ofuscar por el orgullo patrio y piense que Almansa fue una gran urbe que construyo un castillo para su defensa. La gloria de un pueblo no consiste, precisamente, en esa cuestión.

Paralela a la erección del castillo tuvo lugar, al parecer, una torre de vigía en uno de los cerros que dominan, no sola la población, sino que extiende su horizonte hasta el monte "Chisnar", de Bonete, hacia el Oeste y en el camino de Castilla, por donde teóricamente podía llegar el enemigo cristiano.

En mis exploraciones por el termino, en busca de esos tan esquivos vestigios arqueológicos y tentado por la poderosa atracción que ejercen los puntos elevados, así como por la cerámica fragmentada encontrada en sus laderas en anteriores visitas, ascendí -es un paseo- en la mañana de un domingo primaveral, a los pequeños cerros denominados "Los Cabezos", que están a "tiro de piedra" de la población

Se trata de dos elevaciones casi gemelas, que se asoman a Almansa por su lado de Poniente; de no mucha altura sobre el terreno circundante, pero que alcanzan los 875 m. sobre el nivel del mar.

Por su proximidad al casco urbano y la circunstancia de ser un paraje muy propicio para la reproducción del conejo (con gran disgusto de los agricultores de la zona, que apenas pueden recoger un tercio de la cosecha), el lugar es muy frecuentado por cazadores.

Si a esto, añadimos que el terreno esta cada vez mas "sembrado" de chales, o casas de recreo, se comprende fácilmente que, junto a un fragmento de cerámica árabe, se encuentre un cartucho vacío, una lata de conservas, una botella de cerveza..., o un par de zapatos viejos.

Sin embargo... Deje el coche en las cercanías y, paseando, ya que la mañana era excelente, fue ascendiendo lentamente, mientras buscaba de forma semi-distraída, algún trozo de cerámica digno de ser conservado.

Los hay en gran abundancia; muy pequeños todos y, como en los otros lugares mencionados, la variedad de tipos de barros, gruesos y formas, es elocuente. Algunos son muy terrosos, de un rojo muy oscuro; otros, grises plomizos y negros; los finos y de color mas claro están trabajados a torno. Abundan mucho los esmaltados y barnizados.



Mi apacible paso me llevo hasta la cima de uno de los dos cerros. Concretamente, al que a la derecha según se mira desde Almansa. El panorama que desde allí se divisa es muy hermoso. La visión de la ciudad, a la que una ligera niebla semi-ocultaba, era fascinante. Unos instantes antes de tirar las fotos que acompañan, solo el Castillo emergía de la neblina, como una pequeña isla de roca cuadriculada y orgullosa, en un inmenso mar de algodón.
Y allá en el fondo, la verdinegra silueta sierra (macizo de Caroch) recortaba el horizonte con sus curvas suaves de la de adolescente dormida.




Hacia nuestra izquierda la mole imponente del Mugrón ponía su severa imagen al conjunto, ridiculizando al pantano, que parece un charquito diminuto, perdido en el fondo de la depresión.

Frente a mi, en la misma cúspide del cerro, había unas derruidas calzadas que llamaron mi atención.

El instinto de curiosear -lo mio no puede llamarse investigar- me llevo hasta ellas, mientras me preguntaba que hacían allí, en todo lo alto.


Es posible, claro, que peque de imaginación y las ruinas sean "recientes". Pero el sitio es ese, si en alguna ocasión ha existido una atalaya muy visible desde el Castillo.

La designación de un alcaide en la fortaleza, instalado con familia, sirvientes y soldados de guarnición, arrastraría tambien un considerable numero de parientes, (esclavos incluidos) a los que se les entregarían tierras de labor y pastizales. Como las zonas fértiles ya estaban ocupadas y en pleno rendimiento, se imponía roturar nuevas parcelas, aunque para hacerlas productivas hubiese necesidad de riego.

Pero mejores ingenieros hidráulicos de dominar en la dura escuela de los que era transmitida de generación aquello no era obstáculo insalvable para los la historia, cuya ciencia había conseguido desiertos de Arabia, Turquía, etc., etc., y en generación.

No tuvieron que estudiar mucho sobre el terreno, porque las aguas que nacen en el termino de la vecina Alpera (acaso el mismo wali que Almansa), ya cerca de su limite con el de Carcelen, discurren por una cuenca natural que desemboca en el "Hondón del Almugron", y su trabajo se redujo, realmente, a canalizar aquellas aguas para que no se desperdiciasen al extenderse por lo amplio de la vega. El curso de este antiquísimo río desaparecido, se encajona cerca de Almansa, entre dos cerros de considerable altura muy próximos entre si, que, como en todos los cauces secos, en recodos y estrechamientos había socavado una poza donde se almacenaba cierta cantidad de agua.

La idea de aumentar aquella reserva era tan elemental, que si pensáramos que al culto pueblo árabe pudo pasarle inadvertida, no haríamos sino demostrar nuestra propia ignorancia.

No piensan así, sin embargo, los historiadores consagrados, como mas adelante veremos, que sostienen que, tanto la conducción de aguas, como la construcción de la presa, se deben a los cristianos.

Nos detendremos en ellos detenida y detalladamente.

Al comenzar el siglo XI, el Califato cordobés se derrumba rápida e inexplicablemente. En el año 997, el corazón mismo de la España cristiana, Santiago, había sido atacado y en 1.003 y 1.007, muerto ya Almanzor, su hijo Abd al Malik llevaba a cabo expediciones contra Cataluña y Castilla. Sin embargo, solo dos años después, en 1.009 y 1.010, castellanos y catalanes, llamados por los bandos que se disputan el poder en Córdoba, intervenían en las luchas civiles musulmanas, e incluso se cobraban su ayuda con el botín recogido de la capital.

A la muerte de Abd al Malik, en 1.008, otro hijo de Almanzor, Abd al Raman, le sucedió en el ejercicio del poder, e incluso pretendió que el Califa Hisham II lo nombrase heredero. Con ello se dio a la descontenta masa una bandera de rebelión; un omeya, bisnieto de Abderraman III fue alzado contra el usurpador, que poco después seria ejecutado.

Al movimiento popular se unió la acción de las - tropas y se desencadeno el torbellino de la guerra civil, surgiendo los reinos de taifas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario