La Ciudad Arruinada de Meca

D. Eufrosino Martinez Azorin, autor de la HISTORIA DE LA ILUSTRE VILLA DE AYORA Y DE LOS PUEBLOS DE SU VALLE, nos ofrece el relato siguiente: "En el termino de Ayora se descubre una grande montaña si tuada a la distancia de l5 km. y cuya elevacion es de 1.218 m. sobre el nivel del mar, que divide el reino de Valencia con el de Castilla, por la parte de Alpera y Almansa. Es redonda por abajo y por arriba rematada en figura de tajada de melon, abierta hacia Levante, y de tal forma que parece hecha manos.

No tiene otra subida que una sola por la parte de Ayora, y esa es muy difícil, ya que dos hombres podrían defender su entrada, porque por un camino angosto que abrieron con picos, se camina hasta un portillo hecho también en la misma peña, como puerta de fortaleza, y por el que se entra a lo mas alto del monte, en cuya cumbre se extiende una gran llanura de un cuarto de legua, con pocos arboles y matas; y en la punta llamada Meca (porque en sus estribaciones se halla situada la casa de campo y grandioso aljibe de agua, obra antiquísima, del mismo nombre) prolongación Norte del Mugrón de Almansa, que así se le domina, y en el sitio llamado "El Castellar", de este referido termino municipal, existe una de las ruinas mas hermosas de España, con muchísimos vestigios de casas, y de que en los siglos pasados había allí grande e inexpugnable población, dadas a conocer al mundo arqueológico, y mas principalmente, por don Pascual Serrano Gomez. (El Sr. Serrano Gomez, maestro de Escuela, natural de Bonete, figura interesantisima como pionera de la arqueología regional, es tuvo muy vinculado a la ciudad de Almansa donde vino a recabar su familia.)
NOTA DEL AUTOR.

"Tiene hoy día su muro de piedra tallada, con mas de tres estados de hombre de alto; y dentro se ven mas de trescientos aljibes y silos, abiertos en la peña viva, y algunos tan largos como la Lonja y Casa de Contratación de Valencia; que debieron ser de uso común; y el que menos tiene llega a cuatro o cinco varas en cuadro.

En lo mas alto había una fuerte torre de extraña hechura, pero la codicia de los hombres ha podido mas que el tiempo, porque con haberse escapado de sus manos casi entera hasta nuestros días, no ha podido de las de los hombres, según que a la fama de que había en sus cimientos muchas monedas no le han dejado hueso sano.

Escolano dice haber visto algunas romanas de oro y plata, y una extraordinaria medalla de bronce, del tamaño de la palma de una mano grande que pesaba cuatro onzas, labrada groseramente. Esta tenia en la haz la figura de Noe o Iano con sus dos caras, como le pintan los antiguos, y en el reverso una nave o figura de su arca; testimonio manifiesto de la gran antigüedad de este pueblo. Pues por las varias clases de cerámica que se encuentran aun hoy en día de todas las épocas, parece ser que en la celtibérica, a cuya región perteneció esta villa de Ayora, fue el apogeo de esta ciudad. Cavanillas recomienda como cosa notable esta meseta fortificada y población destruida por los coleccionadores de monedas y antigüedades, que tan pródigamente proporciono a sus destructores. Al visitar el monte Meca, vio este sabio naturalista un camino de 400 m. vaciado en las rocas, de diez pies de anchura y doce de profundidad, que debió empezar en la base de la montaña, mudando de dirección. En la explanada superior vio agujeros en los muros del foso, para introducir troncos o maderos de trecho en trecho, a guisa de barreras para interrumpir el paso.
En la cumbre estudio los monumentos del primitivo pueblo, cuarenta aljibes escavados en la peña, con las paredes verticales cortadas a pico y escalones para descender al fondo. En algunos quedaban vestigios de bóvedas y surcos o acueductos hasta ellos; muros y sillares de fortaleza, paredes alineadas en calles y habitaciones; entre las ruinas recogió fragmentos de alfarería (barros rojos, tersos y como barnizados), monedas romanas y una celtibérica.

El día 6 de septiembre de 1.924 dice el Sr. Martinez Azorin mas adelante y transcribiendo a Escolano (DÉCADAS DE LA HISTORIA DEL REINO DE VALENCIA, II, pag.437, columna 1a.) se terminaron las veintidós gradas abiertas a pico en la roca, para poder subir con facilidad a la Cueva de San Pascual cuya subida era antes casi imposible, siendo construidas por el cantero de esta villa Pascual Linares y sus dos hijos, y los gastos sufragados por el rico y piadoso propietario don José Lliberos y su esposa.

Es de suponer que este termino estuviese poblado por moros, pues Escolano dice como en la montaña llamada el Mugrón de Almansa, tenia su asiento el rey moro. `En este pueblo, por la grande seguridad, como hoy la tiene el Rey Moro del Cuco en su montaña`. Yo sospecharía que pues le llaman Meca, que debió haber en ella alguna famosa mezquita o ermitorio (sic) a imitación del que tienen de su Mahoma, en Arabia... O quizá llamaron a esta tierra Meca, por ser casi pelada o lampiña, como queda dicho, tomándolo de la palabra MECO, que en árabe quiere decir sin pelo y desbarbadas, de donde nos ha quedado en España decir mecos a los lampiños.

En esta llanura, sobre el Mugrón de la Meca,se encuentran hoy los mojones que forman la divisoria de los términos municipales de Ayora, Almansa y Alpera.

En una de las concavidades de la montaña existen aun los pesebres con sus ataderos horadados en la misma roca, y otras inequívocas señales de haber servido aquel local para caballeriza en tiempos de los árabes. Hay otra cueva llamada del Rey Moro, en cuyas paredes se descubren incrustaciones naturales de mariscos. Descubre se aun otra cueva en la parte occidental del Mugrón, la mas notable de todas, porque la piedad religiosa ha santificado el lugar donde San Pascual Bailón solía refugiarse con su ganado. Brota en el centro de dicha cueva una fuentecica de agua potable y cristalina, como suelen ser los manantiales de montaña, aunque este se atribuya a un milagro del santo.

Frente a esta cueva y en la parte llana se halla un tridolito, compuesto por tres enormes piedras, formando un arco en el centro, y la piedra que forma el referido arco, resulta que su peso excederá de cincuenta toneladas, pero lo que mas llama la atención del turista es la piedra angular de la izquierda, que siendo tan pesada y delgada, pueda mantener una mole de tantas arrobas.

El Canto del Mediodía, es un punto saliente de la parte oriental, cuya elevacion vertical hasta las primeras mesetas mide unos cien metros de altura; desde aquí se arrojaban los desdichados moriscos por no entregarse a los cristianos en la ultima y desesperada lucha que sostuvieron. (Escolano. Obra citada)".

Indudablemente, el autor de esta descripción, aun que se apoyara en datos de Escolano, no había visitado jamas las ruinas de Meca porque no existe en la cueva de San Pascual ninguna fuente. Lo que hubo en otro tiempo, fue un resudado en el fondo del abrigo, que llenaba a duran penas un pequeño deposito horadado en la roca. Ese resudado, probablemente, provenía de un gran aljibe que se encuentra sobre la cueva. De cualquier modo no se trataba de ningún manantial. ni estaba en el centro de la cueva. Por otra parte, la de San Pascual es la misma cueva que la denominada del Rey Moro.

Ante estas inexactitudes, se hace muy difícil aceptar como bueno que cuando se escribió el libro , en 1940, existiese todavía un muro de "mas de tres estados de hombre de alto", que equivaldría a una altura superior a los cuatro metros, máxime cuando otros autores anteriores no hacen la menor referencia del mismo.

Del tomo II de la CRÓNICA DE LA PROVINCIA DE ALBACETE, de Roa Erostarbe, pag. 111, recogemos la transcripción del relato que de Meca hace el canónigo Lozano, en su BASTITANIA Y CONTESTANIA. Disertacion III pag. 8.
"Los naturales de Almansa empieza diciendo Lozano hablan en el día como de una cosa positiva de su antigua ciudad baxo el nombre de Meca La suponen situada en su monte vecino aunque mas vecino de Alpera.
El nombre de Meca es propio de los árabes. Tienen la suya en Arabia. Jamas se olvidan de ella; porque siempre se acuerdan de Mahoma. El sitio de nuestra Meca arroja diferentes antigüedades; ya de sepulcros, ya de cisternas, y estanques, que propiamente son excavaciones del peñasco sin necesidad de argamasa, ni otros auxilios. Se hallan también monedas arábigas. Si al mismo tiempo aparecen romanas, cascos de Saguntino, una u otra inscripción latina debería reputarse, por Ciudad, primero romana, y con distinto nombre de Meca; pues ninguna baxo este nombre fundaron los romanos. Sucediendo a estos los godos, como a los godos, los árabes, fácil es conocer. que la bautizaron a su modo, o por ser naturales de Meca los pobladores, o descendientes de aquellos naturales o mejor por devoción a su falso Profeta.
Es cierto a lo menos, que extinguieron el nombre de algunas ciudades, y ríos para denominarlos a su gusto.
Hasta aquí tenia cerito, cuando un motivo de respeto me transfirió a la ciudad de Almansa, donde por informes específicos he colegido que esta población existió durante el dominio romano. Sobre las excavaciones de peñascos están visibles ruinas de argamasa; y las monedas romanas se recogen actualmente. Dos tengo en la mano, ambas del Imperio baxo.
La una cuenta sobre 1.600 años. Es del Emperador Commodo: M. COMMODUS ANT.PIVS.BRIT.o Marco Commodo Antonino Britanico; así nombrado por su triunfo o sobre la Gran Bretaña. La otra es de Licinio: IMPLICINIVS AVG. o Imperator Licinius Augustus.
Los moros, enemigos declarados de la idolatría hasta el exceso de superstición, no lo eran menos de estas monedas por las efigies gravadas (sic), que tanto abomina el Alcorán. Quedaron pues entre ruinas para que estas con ellas indicasen desde luego un pueblo romano. En suma: tiene vestigios de casas. Muro de piedra tajada. 300 cisternas, y silos. Torre al gusto romano, cuyo vestigio subsiste, y fue arruinada mas a de 150 años. Se han recogido monedas de plata, y oro. Escolano vio la muy grosera con peso de 9 onzas cabeza de Jano, y nave por el reverso. Fue acáñada por los romanos, según Plinio, durante la segunda guerra púnica, y mas de 200 años anteriores al Mesías.
Esta ciudad en cuanto Meca, solo puede contar con la antigüedad de mil años con poca diferencia atendiendo como se debe a la época de la irrupción arábiga sobre nosotros, y a los años, que necesitaron para establecer sus cosas.
Algunos historiadores suponen ciudad mas antigua,que la Meca en el territorio de Almansa; pero sin pruebas geográficas, fuera de las que arroja el territorio".

Vuelvo a insistir: unos y otros se copiaron y dieron por buenas descripciones fantásticas. Ninguno de ellos estuvo mas de una vez en Meca y en una rápida visita.
Sin lugar a dudas, el investigador que mas conocimientos había atesorado sobre Meca fue don Julian Zuazo Palacios. hombre muy vinculado a nuestra ciudad por razones familiares, quien, correspondiente de la Real Academia de la Historia, poseía gran competencia en Arqueología y había realizado numerosas excavaciones en las citadas ruinas. De su libro MECA, editado en Madrid, en 1.916, transcribimos lo siguiente:
"Las ruinas de Meca, enclavadas en lo que fue la Contestania las juzgamos ibéricas por su situación y por su cerámica, y creemos que la ciudad fue destruida antes del advenimiento de Octavio al solio imperial de la opulenta Roma.

Su origen se pierde en lo insondable del tiempo y como un sabio arqueólogo español (EL ALTO JALON, por el Exmo. Sr. D. Enrique de Aguilera y Gamboa, Marques de Cerralbo, Academico de la Historia; discurso leído en la Junta Publica de 26 de diciembre de 1.909), podemos decir (aunque con mucha menos elocuencia), que hubo un día en que unos seres extraños se presentaron por primera vez ante el monte Mugrón, causando el espanto de todas las alimañas que lo poblaban y que habiéndoles apetecido el lugar, allí sentaron sus reales y escogieron las muchas cavernas que existían para morada.
Aquellos seres eran los primeros hombres que pisaban las selvas vírgenes de Alpera y en multitud de cuevas se nota su huella, dejada para admiración de las generaciones presentes.

Refugios de los primitivos habitantes de estos lugares son los afabilísimos abrigos del Bosque (EL ARTE RUPESTRE EN ESPAÑA, Juan Abre y Igualo. Madrid, 1.915. pag. 187 y siga.) existiendo otros varios en los alrededores y aun en el mismo Castellar de Meca. Centenares de años después, fueron los fundadores de Meca, pues las grutas, con el transcurso del tiempo, ya no servían para cobijarles y defenderlos de múltiples enemigos que constantemente les disputaban el solar que les dejaran sus mayores. La situación de las ruinas de Meca nos demuestra que el pueblo que sobre ella se levantaba, fue eminentemente guerrero y edifico aquel baluarte para defensa y nos induce a creer que era el lugar destinado en caso de invasión, a proteger a todas las gentes de las cercanías, que, con sus riquezas y ganados, se refugiarían allí, y dejando a buen seguro a mujeres y niños y a todos los no aptos para empujónña las armas, los guerreros libres de todo cuidado podrían lanzarse a contener la invasión y en caso de derrota, refugiarse también ellos en la ciudad castro y reorganizarse con calma, y luego poder hacer nuevas salidas para luchar con sus adversarios.
La cerámica de Meca es genuinamente ibérica y semejante en todo a las de otras ruinas del mismo origen. Claro es que entre esta cerámica se encuentra alguna romana, pero no hay lugar en España donde esto no suceda, porque al conquistar los hijos del Tibe el suelo Hispano, impusieron de tal modo su industria los naturales del país, que la ibérica, aun sin dejar de ser tal, hubo de fundirse formándose el nuevo arte ibero romano, del que tantas muestras hay en toda la península, no queriendo decir por tanto la cerámica romana que la ciudad de Meca no fuese ibérica, sino que en su seno o de buen grado o por la fuerza, hubo de dar albergue a los dominadores del mundo.

Creemos firmemente que Meca fue destruida antes de subir al trono el primer emperador de Roma, porque al practicar diferentes excavaciones en las ruinas de esta ciudad, hemos recogido infinidad de monedas y entre ellas ni una es imperial, y parte de ellas autónomas, todas son consulares. Esto es raro y demuestra lo que afirmamos, de haber subsistido la ciudad de Meca con el Imperio, entre las monedas familiares, se encontrarían las de los emperadores, acáñasad en Roma, y las imperiales autónomas, fabricadas en España por las ciudades que gozaban privilegio de batir moneda.

Las monedas consulares encontradas en nuestras excavaciones en Meca pertenecen a las familias ANURIA (129), ACIDIA (129), CELIA (209), ANESTESIA (174), BAEBIA (217), CASSIA (109), CUPIENNIA (164), CURIACIA (144), DOMITIA (179), FABIA (144), FANIA (149), FULVIA (108), JUNIA (174), LUCRETIA (164 MAENIA (110), MARCIA (119), MINUCIA (129), PAPIRIA (139), PLANCIA (218), POMPEIA (119), PORCIA (129), QUINCTIA (134), QUINCTILIA (179), RENIA (154), SANFEIA (200), SEMPRONIA (217), SERVILIA (124), y TULIA (139), entre otras (Citamos tan solo el nombre de la familia, añadiendo el año del Magistrado en cuyo tiempo se acuño la moneda. Aunque en alguna familia las hay que pertenezcan a mas de un Magistrado, tan solo damos la fecha del mas antiguo. Nota de Zuazo) Todas son de plata.

Meca, como hemos dicho al principio, era inexpugnable, y es ta situada en una planicie a trescientos metros sobre el llano. Esta planicie esta cortada a pico por Oeste y Norte, y al Este y Sur por una vertiente tan empinada que imposibilita todo escalo, al mediodía se encuentra el único punto de contacto con el resto del monte Mugrón, esta cortado a pico y defendido por una torre.
A pesar de defensas naturales tan magnificas, al Noroeste las circundaban dos muros de mampostería de gran extensión que defendían toda la parte débil existiendo además varios muros pequeños paralelos a aquellos, todos los cuales contribuían a la mayor seguridad de la ciudad. En el punto que Meca era vulnerable, como hemos visto, fue cortada la roca verticalmente a fuerza de pico, en una altura de cuatro o cinco metros, construyendo sobre ella una torre o castillo con grandes sillares, cuyas bases se conservan todavía; tienen de ancho 3`40 metros. La pared mas larga de esta fortaleza es de 12`80 metros y la otra, con la que forma ángulo, 7 m. Esta torre, los muros citados y los despeñaderos que la rodeaban, la dejaban aislada y a salvo de toda sorpresa.

Meca ocupa una extensión de unos quinientos mil metros cuadrados. Al Norte hay una prominencia en la cual se ven abundantes ruinas, y entre ellas hemos recogido multitud de mosaicos sueltos. Nosotros pensamos que en este punto estuvo situado el templo o santuario del poblado, que pudo ser dedicado dada su altura y situación a un mito solar, pues creemos que los primeros habitantes de aquella ciudad debieron ser fuertemente impresionados por las magnificas y esplendorosas salidas y puestas del astro rey, que desde aquel lugar se contemplan diariamente y que a nosotros nos conmovieron y nos hicieron pensar en la grandiosidad de Dios, único capaz de crear espectáculos tan sublimes, que anonadan con su majestad y hacen ver claro lo infinitamente pequeños que somos ante el poder ilimitado del Ser Supremo.
No es absurdo suponer un culto al sol, pues no hace mucho tiempo que el infatigable Sr. Cabre ha publicado "UNA SEPULTURA DE GUERRERO IBÉRICO DE MIRABECHE (Madrid, 1.916) en el que se describe el ajuar encontrado en una sepultura ibérica, perteneciente a un sacerdote o augur del culto al sol Existiendo sacerdote, necesariamente tuvo que existir el rito y ningún sitio mas a propósito que Meca para rendir culto al astro que nos envía su calor y su luz, y hace que la tierra crié el necesario sustento del hombre.

Formando curiosos dibujos y laberinto, se ven las calles que aun se conservan en perfecto estado. A uno y otro lado de ellas están los cimientos de las que fueron casas de aquella ciudad; las unas grandes, como pertenecientes a suntuosos palacios, otras mas pequeñas, sin duda, de familias plebeyas bien acomodadas, y otras mas pequeñas, en extremo reducidas, moradas de la plena baja y los esclavos.

Se da el caso singularizo, el que mas avalora las ruinas de esta ciudad, la existencia de multitud de cisternas, talladas todas ellas en la roca viva. Son dos clases de cisternas; unas grandes, inmensas, que tomaban el agua de las calles, por pequeños canales que subsisten y las otras mas pequeñas, pero también muy espaciosas, que se ven al lado de las ruinas de los edificios que debieron ser palacios o edificios públicos.
Creemos que las que tomaban el agua de la calle, fueron destinadas al abastecimiento de la población en general, mientras que las que es tan al lado de las ruinas de edificios, eran para el uso exclusivo de las familias ricas que las hicieron construir dentro del perímetro de sus casas.

Como detalle curioso damos aquí las medidas de algunos de los aljibes para que el lector pueda formar una idea de lo que estos eran.
Aljibe publico. Próximo a la Cueva del Rey Moro. Largo 15 metros, ancho 3 metros, y aunque esta cegado tiene una profundidad de 4 metros.
Aljibe particular. Largo 3`10 metros; ancho 1,50 m. también esta cegado y a pesar de ello conserva una profundidad de 2 metros.
Gran Aljibe. (El mayor de Meca). Largo 26,50 metros; ancho 5 metros, esta medio relleno, y tiene hoy una profundidad de 4 metros, y estando limpio su hondura debe de ser de 14 metros, según un pequeño sondeo que hemos practicado.
Las cisternas son lo mas notable de las ruinas de Meca, y entre todas las poblaciones antiguas de España, no existe una que las tenga en tal numero y construidas como estas.

Todas ellas son obras maestras de cantería y hay que considerar el esfuerzo que con malas herramientas supondría a aquellas gentes vaciar la roca y construir los depósitos.

Como no hemos practicado excavaciones en tal numero para descarnar por completo la ciudad (su planta), no podemos detallar todos los edificios particulares, pero si decir que aparte del santuario y torre, quedan unas amplias ruinas de forma semicircular que nosotros consideramos las de un teatro.

Al Oeste, otras cuyo lado se levanta un gran bloque de piedra situado al borde mismo del precipicio, este bloque tiene una oquedad al lado de la ciudad, lo suponemos lugar destinado para el sujeto encargado de atalayar el llano que se extiende a los pies de Meca y que domina los términos de Alpera, Almansa, Montealegre y Bonete. (El termino de Almansa no puede verse desde ninguna parte de Meca, por impedirlo la mole del Mugrón).

Al Este existe otra atalaya semejante a la descrita y desde la cual se divisa toda la cordillera de Ayora, parte del termino municipal de este pueblo y la vista alcanza las Muelas de Carcelen.
Al Noroeste están las ruinas de los muros mencionados que defendían la ciudad en su parte mas débil.

El primer sitio esta en la parte en que la falda pierde algo de su acentuada pendiente: el segundo mas arriba, bordeando la ciudad y entre los dos, los pequeños.

Los muros fueron construidos de argamasa y piedra. Al Sur, en el punto mismo de contacto del Castellar de Meca con el Mugrón, están las ya citadas ruinas de torre y muralla de piedra tallada. Estas ruinas son sin duda a las que se refería Lozano, cuando en su obra hablaba de una torre destruida hacia ciento cincuenta años.

Nos resta tan solo describir la calle o camino que desde el llano conducían a la única puerta de la ciudad.

La calle o camino comienza a los pies del cerro y rodeándole suavemente va a parar a lo mas alto, y allí, entrando en la ciudad, ya en plena planicie, atravesándola, va a morir al templo o santuario.

Su comienzo es casi imperceptible, poco a poco va señalanzase y termina hundiéndose en la roca, la cual fue excavada para dejarle paso.

En su tercera parte toma una profundidad de unos dos metros y de pronto se hunde mas y mas, llegando hasta estar a cuatro o cinco bajo el nivel del suelo.

En lo mas profundo de este camino, hoy cubierto de malezas, pinos y sabinas, se ven las rodadas de los vehículos de los antiguos habitantes de Meca. Astan las rodadas tan desgastadas, que nos demuestran fue este camino muy pasajero de carros y que debió existir frecuentes comunicaciones rodadas entre las gentes del castro y del llano. Desde el llano al principio de lo que llamamos "camino hondo" podemos calcular de 900 a 1000 metros, el camino hondo tiene 200 metros y al final de este debió estar la entrada a la ciudad,desde ese punto ya en plena Meca se conservan perfectamente 600 metros de calle, estando borrados 150, distancia que falta desde el ultimo vestigio al santuario.

En el camino hondo se ven suficientes señales para poder suponer que hábiles arqueros desde este sitio, cómodamente, podían defender la ciudad sin temor de ser heridos, pues este camino, además de ser tal, resulta magnifica trinchera.

En su mitad, en el sitio donde dando una suave revuelta va a introducirse en la ciudad y en la pared que mira al llano,se ven señales de una escalera que sube al punto mas alto del muro, en el cual, tal vez hubiera otra atalaya semejante a las que hemos hecho mención.
Causa admiración el trabajo que supone la construcción de esta notable vía y ella sola nos demuestra la gran importancia de la ciudad cuyas ruinas describimos. En el llano y a unos tres kilómetros de Meca, se encuentra su necrópolis romana, la ibérica todavía no ha podido ser hallada.

Esta necrópolis esta situada en la finca titulada "Casa del Hondo", propiedad de don Rafael Teruel, vecino de Ayora, y lo hasta ahora conocido de ella linda al N. Rambla de las Charcas, al E. Barbechos del Hondo, al O. Alteroncico de la Huerta y al S. Las Paradejas.

Las Paradejas son unas curiosas ruinas romanas en las que se encuentran multitud de restos de grandes cacharros y abundantes tejas. Al lado de estas ruinas existe una curiosa y antigua balsa en tan buen estado, para el agua que en ella se recoge y que viene por un pequeño acueducto, sirva para regar una huerta; alrededor de esta balsa hemos recogido varias escorias metálicas y aun trozos de cobre nativo.

En la necrópolis y en ligeras excavaciones hemos encontrado:



  • Tres trozos de lapida de mármol de Jativa con inscripciones,romanas.
  • Una preciosa concha de cristal en una sepultura; el cráneo del esqueleto reposando sobre ella.
  • Un jarrito de barro rojo.
  • Un pequeño puchero con dos asas, de barro grisáceo.
  • Un pequeño cacharro de cuello estrecho y con asas, también
  • Un cacharro de barro claro con un pequeño saliente para manejarlo.
  • Una pollita casi esférica de barro negro.
  • Una cazuela ibérica.
(En esta necrópolis encontró don Pascual Serrano, armas de hierro y numerosa colección de cerámica. Nota de Zuazo.)

Esta cerámica esta hallada en tumbas formadas por seis gran des ladrillos de barro rojo, uno de los cuales serbia de tapadera.

Los ladrillos enteros y fragmentarios pueden contarse por centenares en toda la necrópolis (dos hectáreas de extensión) y en sus alrededores.

Mezclados con todos estos restos y en los pocos sitios excavados hemos recogido mas de cien monedas consulares.

Entre las ruinas de Meca, aparte de la multitud de monedas republicanas de las familias nombradas, hemos podido recoger muchísimos despacitos de cerámica negra sin tornear, torneada, de pared gruesa, gris y roja muy tosca, roja tosca con una pared negra central, roja y negra con brillante barniz y de barro finisimo y cerámica clara con dibujos de colores rojos y café, florales, lineales, curvilíneas y de zig-zag. Los señores Breuil y Cabre, en Meca, y encima de la cueva conocida con el nombre del "Rey Moro", han hecho notar la presencia de pinturas rupestres.

La cueva del Rey Moro, hundida debajo de la ciudad de Meca, es un gran abrigo, de 80 metros de largo, 15 de profundidad y unos diez de altura, que en aquellos tiempos sirvió de habitación. Su orientación es al Norte, y su nombre se lo debe por atribuirse "a los moros", por la misma razón que les son atribuidas las ruinas de la ciudad, desde esta desciende un camino al abrigo, bordeando el precipicio y para salvarlo se necesitan pies y cabeza muy firmes, para no dejarse tragar por el abismo.

Este camino, hoy difícil hasta para las cabras, fue en tiempos remostecimos accesible para vehículos rodados, pues en el se notan señales claras de las ruedas que lo desgastaron.

No podemos imaginar el valor de conductores capaces de salvar precipicio tan peligroso, en el que el menor descuido cuesta la vida.

En toda la vertiente del cerro, fuera del recinto amurallado se ven abundantes señales de haber existido otra población o barrio anejo a lo que fue la ciudad denominada Meca, viviendas sin duda para labradores y ganaderos en tiempos de paz. Cambien se ven varias y profundas cuevas, con señales indubitadas de haber servido durante mucho tiempo de habitación al hombre.

Creemos que estas cavernas son morada de los ascendientes de los que edificaron Meca. Tal vez sean de la población neolítica que nos dejara parte de las soberbias pinturas, que tanto nombre entre los arqueólogos, han dado a la villa de Alpera.

Nuestra misión ha terminado.

En lo alto del Mugrón espera Meca la visita de alguien, que con mas conocimientos que los nuestros, la resucite, y la de a conocer tal cual es.

Impresa ya la bibliografía de Meca -sigue diciendo D. Julian Zuazo- nos enteramos que D. Pascual Serrano había también escrito sobre estas ruinas, lo cual desconocíamos hasta el momento presente, y fieles a nuestro propósito exponemos en este apéndice lo dicho por el malogrado maestro de Bonete y correspondiente de la Historia, en la CRóNICA DE LA PROVINCIA DE ALBACETE de D. Joaquín Roa Erostarbe, Tomo II, Pag.355.- Albacete, 1.894.

Como a unos 5 o 6 kilómetros al E. de Alpera (Apiarium de los romanos) nos dice el señor Serrano- ya en termino de Ayora, hemos visto las ruinas mas importantes,sobre todo en extensión,que hay por estas inmediaciones.

En la punta de una montaña, de regular elevacion, llamada Meca, enlazada con el Mugrón de Almansa, inaccesible por casi todos sus puntos y cuya cúspide forma una meseta de unos 20 a 25.000 m. de superficie, se hallan estas interesantes ruinas ocupando toda su extensión.

Al S.E. único punto accesible por ser el de enlace con los otros cerros, esta cortadas a pico la piedra granítica que la forma y se ven evidentes señales de fortificación, por los grandes bloques de piedra labrada y con ranuras, ya desprendidos, y que corresponden a otros iguales que aun están en su sitio; todo lo cual formaba una especie de reducto o castillo de unos 100 metros superficiales, y cuyos cimientos se ven claramente todavía.

Una estrecha puerta abierta en la misma piedra y de fácil defensa, daba acceso por este punto a la población. Como a unos 150 m. al N. de este fuerte principian a notarse las ruinas de la población, siendo una de las primeras cosas notables que se encuentran un hermoso aljibe de 30 metros de longitud por cuatro de latitud, que aunque no pudimos medir su fondo por estar cubierto de tierra y piedras, no creemos exagerar al darle un volumen de 600 metros cúbicos o 600.000 litros de capacidad, que como otro, poco mas pequeño, que hay al extremo de las ruinas creemos que estuvieron destinados al servicio publico, porque se diferencian mucho, así en volumen como en la corrección regularidad de su forma y de otros varios, cuyo numero pasara de trescientos y debieron tal vez pertenecer a casas particulares. Es tan grande el primero, que los sencillos labradores que por allí habitan la llaman "El Trinquete", creyendo erróneamente que sirvió a los árabes de juego de pelota. Al O. y en uno de los puntos mas elevados, se ven las ruinas de un edificio, que por su extensión los grandes sillares y la anchura de sus cimientos pudiera haber sido un templo o palacio.

En la parte N.E., punto algo accesible a la población, se notan vestigios de muralla. Pero lo que mas gusta y llama la atención del arqueólogo y hasta de las personas indoctas, es el camino cubierto.

Principia este casi al pie y N.N.E. del cerro; y abierto en piedra viva, a una profundidad que no se ve por estar obstruido, pero que se puede calcular de dos a tres metros, lo va faldeando hasta llegar a la cima por el S., viéndose todavía en muchos los agujeros donde colocaban los travesaños que sostenían la cubierta; cruzaba toda la población, donde se bifurcaba en dos ramales, yendo a desembocar, uno próximo a la llamada "Cueva del Rey Moro"; no a la misma cueva, como por allí dicen.

Esta cueva, nada absolutamente de particular tiene, sino un pequeño manantial de pura y cristalina agua, que parece allí colocado, para que el curioso que estas ruinas visite se reponga del cansancio y apague la sed que produce su difícil y costosa subida.

Esta cueva se halla al N. y hacia media falda del cerro, en un peñon cortado, con solo una estrecha y peligrosa entrada al lado de un precipicio que un hombre solo puede defender. En ella se ha conservado hasta hace pocos años una anilla de hierro, donde dice ataba el Rey Moro su caballo; anilla que nos dijeron haber recogido nuestro amigo,entusiasta arqueólogo, a quien Los restos de cerámica, que por estas ruinas por todas partes se encuentran, son de distintas épocas y hay multitud de tradiciones sobre hallazgos, algunas hasta ridículas, como visitas de moros con planos y extracción de tesoros, etc.

Creo que nadie ha hecho excavaciones, por lo menos formales, y que ni aun han sido visitadas por personas peritas. En la ligera excavación practicada por nosotros el año pasado solo pudimos encontrar una bonita, aunque algo rota, lucerna romana, de barro saguntino.

En el llano e inmediaciones de estas ruinas, hemos practicado también algunas excavaciones y hemos encontrado diferentes vasos de finisimo barro, con pinturas: una especie de puñal muy ancho, objetos de cobre, cuatro pequeñas anforas, monedas y un brazalete de plata.

Nosotros -dice nuevamente don Julian Zuazo- no pensamos en todo igual que el señor Serrano; la superficie de Meca es mucho mayor, como hemos dicho en el texto de este trabajo.

En cuanto al camino cubierto nos parece pura fantasía, pues únicamente debió ser abierto para dar acceso a la ciudad a los vehículos rodados.

Y que la cueva del Rey Moro no tiene ninguna importancia, lo dijo el señor Serrano sin tener en cuenta que fue albergue de los primeros habitantes de Meca.

En efecto, el señor Sabater adquirió esta anilla y la deposito en el saloncillo que en el palacio de la Diputación Provincial esta destinado a Museo, puesto a cargo de la Comisión de Monumentos históricos y artísticos, hoy pendiente de reorganización.

Por cierto que, dicho señor, mi amigo, a quien escribí sobre este punto, ignorando que hubiera visitado estas ruinas, me ha dirigido acerca de ellas una interesante relación con tan oportunas reflexiones, que no puedo menos de transcribir en esta nota.

En la primavera -dice la carta del Sr. Sabater- del año 1887 en una mañana sin viento y sin celajes, de esas que en tal estación son raras en nuestro país por lo esplendidas y por su cálido ambiente, acampañado por algunos amigos de Alpera, hice mi excursión a esas notabilísimas ruinas que de seguro, están llamadas a hacer mucho ruido en el campo de la historia, cuando, por mayor cultura, o por mas abundantes medios, puedan practicares las investigaciones científicas que a gritos demandan este y otros sitios completamente inexplorados.

No me propongo ofrecer a usted detalles de este famoso sitio; ni vi el camino cubierto, ni las derruidas fortificaciones que describe don Pascual Serrano, ni lo que apunto el canónigo Lozano en su Disertacion III de su Bastitania, que usted inserta en su articulo de Almansa.

Dos horas pase en la extensa planicie de este cerro, dedicando las, con mis compañeros a ver las cisternas y las ruinas de la población árabe, tan perceptibles, que en sus lineas de calles y casas se presentan como un plano de abultado relieve. Allí recogimos con facilidad sobrada, por la abundancia con que están repartidos, una multitud de cascos, por desgracia muy pequeños, pero representando todas las épocas, desde los gruesos, negros y plomizos oscuros, como los de Libissosa, anteriores a los tiempos de Augusto, hasta los finos de vivos colores, tan frecuentes en la última epoca de la dominación árabe.

En 1.878 envié yo a París estos preciosos ejemplares al señor don José Emilio Santos, por si podían aprovecharle en cierta discusión habida sobre la importancia de la cerámica francesa y la española, y no me fueron devueltos.

Pero caerme usted, amigo mio; lo que hay por todo extremo notable en el castellar de Meca, no son las ruinas romanas y árabes que ostenta ni el camino cubierto, ni la cueva del moro, sino esos inmensos y admirables silos que, como el peña carril (iguala nuestros modernos rails), que se ve en el último tercio de la montaña, y las pesebreras a el inmediatas, todo ello abierto a pico sobre la dura roca granítica, hacen pensar si aquello esta labrado por un pueblo de gigantes o son milagros y productos de la barbarie y de sus antiquísimas supersticiones.

Contemplando en lo mas elevado de la cumbre, el severo paisaje que se descubre, formado por parte de la graciosa vega de Alpera que serpentea por entre los altos cerros del Chisnar, el Bosque y Giravalencia, desde cuyas alturas se divisan con plateados fulgores las aguas del Mediterráneo, decía yo para mi: Que raza de hombres habito estos lugares solitarios, allá en los remotos tiempos?...

¿Fueron civilizados?... ¿Constituyeron tal vez, una horda de salvajes, merodeadores de los limítrofes pueblos contestanos y de las fértiles huertas de Valencia, depositando,amparados por su acrópolis, en estos inexplicables silos el botín de sus rapiñas?... Y si fueron los tales silos o cisternas destinados a sus propios usos, por que existe tan crecido numero, cuando tres o cuatro de ellos, bastarían para satisfacer por largo tiempo las necesidades de la población que allí podía albergarse?...

Podría creerse que esas trescientas y tantas concavidades fueron minas, como las del cerro de Montpichel, abandonadas ya durante la dominación romana, ¿Explicándose así su existencia por los impetuosos y tenaces movimientos de la codicia?... Pero en tal caso... ¿Para que esa regularidad en las paredes y el esmero con que están labradas?...

No hay, pues, amigo mio, por diversas y abundantes que sean las conjeturas, de descifrar estos enigmas; pero podemos disuadirnos de que, a la hora presente, las ruinas de Meca, bien hayan sido ciudad culta o caverna de bandidos, están cubiertas por el densisimo velo de las edades y serán por mucho tiempo la mortificación de los arqueólogos.

Respecto a la nota del señor Sabater -dice de nuevo el Sr. Zuazo- sentimos manifestar que no estamos en nada conformes. Poco se fijo cuando no vio el camino hondo, ni las ruinas de la torre o castillo, y perdió todo el tiempo que dice paso sobre Meca.

Al sentar que los aljibes fueron labrados por un pueblo de gigantes, que son el producto de la barbarie, de la superstición, piensa en obra de salvajes,merodeadores, y supone que pudieran ser ruinas idénticas a las minas del Montpichel, nos hace creer, o que quiso divertirse escribiendo esto, o que desconocía el modo de construir del pueblo ibérico sus ciudades.

En Meca no hay misterio. Es una ciudad ibérica característica, son ganas de discutir y de perder el tiempo sostener otra cosa."

Para completar la exposición tan interesante de lo que se ha escrito sobre Meca, me falta transcribir la versión del famoso arqueo logo francés Pierre París, que también Zuazo nos ofrece en los primeros capítulos de su libro (ESSAI SUR L`ART ET L`INDUSTRIE DE L`ESPAGNE PRIMITIVE, Tomo II "Desde Amarejo, en 1.898, hube me de trasladar también a Meca conducido por don Pascual Serrano, que me había enseñado en su museo, urnas funerarias, muy curiosas, una lampara romana y otros diversos objetos procedentes de ese lugar, mucho mejor conocido que el cerro de Bonete.

Cean-Bermudez, en su SUMARIO DE ANTIGÜEDADES ROMANAS EN ESPAÑA, cuenta que la villa de Almansa `ciudad del reino de Murcia, en el partido de Villena, pertenecía a la región de Bastitana, sin que se conozca el nombre que llevaba entonces. Fue reedificada por los moros, que la llamaron, según dicen, Meca`.

Esto es, sin duda, una confusión. Existe a media hora de Almansa, al Norte de la ciudad, a la derecha del camino de Valencia, y a la izquierda de la vía férrea, cerca del MOLINO DE LAS MONJAS, una sucesión de campos, donde esta claramente marcado el emplazamiento de una estación ibero-romana quizá AD-ARAS. He visto allí numerosos fragmentos de alfarería ibérica común, sin dibujos o decorados solamente con rayas, y pedazos mas prensados aun, de barro saguntino. D. Niceto Cuenca, profesor del Instituto de Alicante, que ha tenido a bien designarme la estación y conducirme, y que desde hace mucho tiempo se interesa a la arqueología de Almansa, no recuerda que el nombre de Meca haya sido jamas atribuido ni a la villa actual, ni a la loma del Molino de las Monjas.

Después de todo, Cean-Bermudez da el mismo la explicación de su error. mas lejos, escribe algunas lineas cuya traducción es la siguiente:
Meca, cadena que separa el reino de Murcia del de Valencia, extendiendo se al Norte y Sur y desarrollando se hacia Poniente, para formar lo que llaman el Mugrón de Almansa. Conserva los restos de un canal o camino hondo que empieza en el tercio de la altura de la montaña y sigue hasta la cúspide.

Ese camino tiene 400 varas de largo y mas de 12 de profundidad, de las cuales 10 a través de la roca viva. En la parte mas elevada se ven los vestigios de una ciudad antigua, cuarenta cisternas de piedra, las mas largas de 30 pies, las mas pequeñas de 20, muchas ruinas de muros, piedras talladas y fragmentos de paredes que forman calles, sobre una extensión de un cuarto de legua. Entre estas ruinas se encuentran fragmentos de botijas, cantaros y platos de tierra roja fina, reluciente y dura,pintada de diferentes colores, adornada de dibujos así como monedas celtiberas y romanas.

Esta vez -dice de nuevo Pierre París- los informes de Cean-Bermudez son exactos, salvo en el punto de que las ruinas que ha descrito y que llevan aun el nombre de Meca, están situadas en la cadena de Ayora y no en el Mugrón de Almansa -(Ahora es este autor quien comete el error)- que esta separado de la cadena de Ayora por una fuerte depresión, donde paralelamente al ferrocarril de Chinchilla a Almansa, corre un arroyo que alimenta el deposito de agua de riego de esta ultima población.

En febrero de 1.891 -prosigue el Sr. París- D. Arturo Engel, cuando visito la región de Almansa para hacer su encuesta sobre las antigüedades del Cerro de los Santos, visito el Castellar de Meca.

Es -dice Engel- de difícil acceso y se precisa un guia. Desde lo alto de esta acrópolis se disfruta un panorama admirable que recuerda el que se tiene desde algunas alturas de la Pouille, de Lucera, por ejemplo: Vastas llanuras se extienden a nuestros pies; a lo lejos el guía muestra una roca circular en la cual parecen verse señales talladas.

¿Sera algún monumento pre-historico?. Alrededor de nosotros se nota distintamente el trazado de una ciudad antigua, la plaza, las calles, casas y mas de cien cisternas, grandes y pequeñas, talladas en la roca, cegadas en parte y donde hay lugar de practicar excavaciones.

Volvimos a bajar por un camino hondo, cortado en la espesura de la roca. (A. Engel, INFORME SOBRE UNA MISIóN ARQUEOLÓGICA EN ESPAÑA, Nuevo Archivo de Misiones, III, 1.892, pag. 183).

Estas descripciones -vuelve a tomar la palabra P.París- tanto como la vista de algunos objetos traídos por Don Pascual Serrano, me decidieron a hacer el viaje.

No me he arrepentido de ello así como tampoco de la estancia de media semana,que hice en agosto de 1.899. No es posible figurarse ruinas mas salvaje mente pintorescas que Meca. Después de mas de tres horas de laberintos temibles a trabes de los campos pedregosos y de los caminos que las rodadas hacen mas incómodos que los campos mismos, se llega al borde extremo de la llanura ardiente de Alpera, al lado de la gigantesca y fantástica espuela de roca cortada a pico que soportaba la ciudad. Entonces hay que subir serpenteando, la pendiente empinada, entre los escombros, hasta la profunda Gruta del Rey Moro, y la gruta mas accesible de los franceses (Ese nombre le ha sido dado a la gruta porque mi compañero de viaje, Mr. Pierre Wals y yo habíamos establecido allí nuestro campamento).

Después, encima de esas grutas salvajes, por medio de agujeros, formando escaleras en la parte vertical de la peña, se escala el monte hasta la larga explanada que le corona. (En el día se puede subir fácilmente por una escalera que se ha tallado en la peña por orden de los propietarios de estas ruinas. Zuazo).

Hace falta para esta ascensión, un poco peligrosa, un pie seguro, un corazón poco sensible al vértigo, pues la cortadura del promontorio es brutal y poco a poco, a medida que se sube, el suelo de la llanura desciende en un alejamiento profundo. Pero cuando se ha vencido la altura,y que la mirada un instante parada sobre las ruinas dispersas, se vuelve y cierne hasta lo infinito del horizonte, se olvida la penosa ascensión para absorberle en la contemplación del admirable panorama.

Hasta la linea lejana de las Muelas de Carcelen a mas de 200 metros de profundidad, la vista se extravía sobre la campiña plana donde solo hacen una mancha blanca y verde el pueblo y la huerta de Alpera. Nada mas que una larga linea estrecha, un surco de rectitud impecable, obra de arte de un labrador artista, viene a cortar la monotonía de los barbechos, en la soledad que el sol inflama y el silencio oprime, los raros cortijos confunden sus casas amarillas con el ocre tostado del suelo; nada se eleva de esa inmensidad triste ni color, ni humo, ni ruido que recuerde la vida de los hombres. Pero sobre los flancos de la acrópolis, manantiales frescos entretienen la hierba y las flores aromáticas entre los enebros, los cipreses y los pinos; y sobre esa larga plata forma, entre las ruinas, donde las perdices cantan a ratos, triscan al sol de fuego rebaños de corderos que cortan el césped ansiosamente, bajo la guarda de un pastor medio salvaje.

Seguramente que estas compañias de turistas que a grandes gastos y con duras fatigas van a países muy lejanos a buscar paisajes nuevos e impresiones vivas de la naturaleza, no han contemplado jamas cuadro tan grandioso, ni gustado el deleite grave de estas ruinas potentes y pintorescas olvida- das en una comarca desconocida, ahogadas, en una luz deslumbrante en la cima de rocas vertiginosas.

Todo lo que había notado Cean-Bermudez, las calles bordeadas de ruinas de casas, las anchas y profundas cisternas talladas en plena roca, el camino profundo que baja serpenteando el flanco oriental del monte. Me extraña solamente que no haya notado la importante ruina que existe aun, en el punto donde el promontorio se une por un itsmo estrecho a la masa de la cadena monta- ñosa; es una especie de bastión protegiendo una puerta y defendiendo sobre todo el único punto por donde la acrópolis no es inaccesible. Como en tiempo de Cean Bermudez, el suelo esta plagado de millares y millares de cascos de todas formas, de todos los tamaños y de todas épocas.

Todas las series de las cuales he recogido ejemplares en Amarejo se encuentran en Meca, con mas abundancia aun.

Pero mientras que en Amarejo los mas recientes ejemplares son de la epoca romana, en Meca, como el mismo nombre permitía suponerlo, hay mucho de cerámica árabe, hasta restos de platos de loza con reflejos metalicos, de los que se ha con venido en llamar hispano-moriscos.

Seria muy interesante buscar en la literatura hispano-árabe si existe algún documento relativo a Meca. Un colono de la vecindad me ha contado que hace bastantes años, un hombre bien vestido a la moda marroquí había venido solo a visitar la acrópolis, allí se había pasado mucho tiempo, había leído y releído numerosos pasajes de un libro viejo, y se había marchado después de largas oraciones. No se si se trata de un hecho cierto o de una leyenda,pues he oído en otros sitios relatos casi análogos.

Los incesantes paseos que he hecho sobre toda la extensión de la acrópolis, las excavaciones que he ejecutado durante varios días en algunas cisternas, en algunas casas y en todos los sitios donde me parecía haber una capa suficiente de humus, me han permitido manejar algunos metros cúbicos de fragmentos de cerámica, entre los cuales he recogido los que me parecían mas interesantes; entre ellos un gran numero, que he traído al Museo del Louvre con los de Amarejo, son de lo mas instructivos y de los mas nuevos. Pero por todas partes he tenido la sorpresa, mezclada con algo de decepción, de no encontrar mas que fragmentos de pequeñas dimensiones, como si los vasos fuera de servicio hubieran sido sistemáticamente machacados o por decirlo así, triturados.

Parece como si en la epoca en que esta ciudad ha dejado de existir, quizá después de algún cataclismo de la naturaleza, los habitantes del lugar, antes de dejar sus hogares se hubieran complacido en reducir a migajas toda su vajilla. Pero la hipótesis no es muy satisfactoria, pues no explicaría mas que la destrucción de la alfarería mas reciente, la hispano-morisca; mientras que la destrucción se ha extendido a todas las series; ni una sola vez, ni aun en las cisternas, he tenido ocasión de notar que los cascos estuviesen por capas cronológicas.

Es un desparramamiento confuso , una mezcla desordenada tanto en la superficie del suelo como entre la capa de tierra, poco espesa, por cierto. Existe ahí un problema del cual no entreve la solución.

Hay que notar como un hecho muy original la enorme cantidad de cascos que en la antigüedad de la misma han sido groseramente redondeados en forma de tejos planos. Los hay de tamaño muy variable; los unos formados de res tos de vasos comunes, de dos o tres centímetros de grueso y siete u ocho de ancho, y otros muy delgados, tallados, de alfarería fina que tienen dos o tres centímetros de diámetro a lo sumo. Me ha preguntado cual podría ser el uso de esos tejos, uso que nada de lo que observaba a mi alrededor me lo explicaba. D. Pascual Serrano, que tiene una gran costumbre de buscar en el subsuelo de su país, no me ha podido dar la solución. Pero D. Pedro Ibarra, de Elche, me dijo que había encontrado a menudo, en Alcudia de Ilicitud, ánforas y otros recipientes de cuello estrecho a las cuales semejantes rondelas servían de tapones; se cubría lo boca del vaso con una de esas placas manteniéndose la adherencia por me dio de polvos de abrótano o cal, formando como un capuchón.

Esta costumbre parece haber estado muy extendida; las excavaciones de Osuna nos han demostrado a Mr. Arthur ángel y a mi, que había, por su ejemplo, penetrado en Andalucia".

"El canónigo Lozano -interviene nuevamente el Sr. Zuazo- trata de Meca, como ya hemos visto, algo confusamente, como trata de casi todos los pueblos de que se ocupa en su obra BASTITANIA Y CONTESTANIA.

Nosotros, claro es, que no podemos hacer gran caso de sus palabras pues tenemos sobrados motivos para saber que en muchos casos habla de memoria, dejando en otros correr su fantasía al carecer de pruebas para sentar bases solidas en sus deducciones.

Desde luego, Meca nada tiene ni tuvo que ver con Almansa, esta muy lejos de aquella, hay una distancia de veinte o mas kilómetros, estando situada en la vertiente opuesta del Mugrón.

Además existen varios pueblos mas cercanos a Meca que Almansa, entre ellos, Alpera, que tan solo dista unos tres o cuatro kilómetros, tal vez esta pueda ser descendiente.

La explicación del por que se denominan Meca estas ruinas, aunque no absurda, nos parece poco probable su asertacion, pues ninguna noticia tenemos de un poblado, así llamdo en tiempos de los árabes en esta región, y no hemos encontrado ruinas árabes para poder creer que esta ciudad existiese en tiempos de la dominación musulmana.

Suponemos que Meca se llama así sencillamente por el afán de todo labriego español , de atribuir toda ruina o antigüedad a "cosas de moros", y Meca, la llamaron, la llaman y tan vez se llamara durante muchos años, pues entre los vecinos de aquellos contornos "a los moros" se siguen atribuyendo estas ruinas.

Las monedas de Commodo y Licinio que Lozano vio en Almansa y le dijeron que eran de Meca, nada quiere decir, pues, podían ser o no de este punto, puesto que el no nos dice quien ni cuando fueron encontradas.

En cuanto a la moneda de Escolano, que pesaba nueve onzas, era sin duda un As, lo cual nos indica las relaciones de Meca con Roma en sus primeros años de conquista.

Nos parece ligero señalar al nombre de Meca mil años de antigüedad, porque aun dando paso a que Meca fuese así llamada por los árabes, estos, tardarían varios siglos en olvidar su nombre primitivo y denominarla con el nuevo, careciendo además para estos minuciosos datos de la necesaria documentación.

Cean-Bermudez, al describir a Almansa, afirma erróneamente, que esta era del partido de Villena, sin duda quiso decir que en la antigüedad, Almansa, como toda esta región, perteneció al antiguo marquesado de Villena.

En cuanto escribe de Meca, copia, como puede cotejarse, a Lozano, incurriendo en el mismo error de unir Meca a Almansa.

Al referirse a Cofrentes (Cofrontes), también incurre en error, pues Meca dista mucho de ese punto.

La tercera cita, es la que realmente habla de nuestra Meca y el la visito o fue muy bien informado, pues detalla muy exactamente sus caracteres, dada la epoca en que escribió, de poco afición e interés y aun desconocimiento de estos asuntos.

Madoz, dado el carácter de su obra, se limita a una simple descripción.

Mr. Arthur ángel, como puede notarse, trata solo de paso y se abstiene de dar una opinión concreta. únicamente dice que estas ruinas son las de una ciudad antigua.

Mr. Pierre París, comienza como nosotros, transcribiendo a Cean-Bermudez y advierte el error de este, de confundir Almansa con Meca, sin duda Mr. París, no recordó lo que del Castellar de Meca había dicho el canónigo Lozano, y por lo tanto, no pudo caer en la cuenta, que Cean-Bermudez había copiado al pie de la letra de BATISTANIA Y CONTESTANIA, creyendo que Meca-Almansa era diferente a Meca-Mugrón.

El profesor París vio en Meca muchos fragmentos de cerámica árabe, nosotros, que como el, hemos permanecido varios días en Meca, la hemos visitado diferentes veces y hemos practicado excavaciones en sus casas, caminos aljibes y alrededores, no hemos tropezado ni con una pequeña muestra, que al pueblo de Mahoma podamos atribuir, por lo que nos atrevemos a suponer, que al pisar el suelo hispano Tarik y Muza, Meca estaba ya abatida y derrumbada.

Lo que llama la atención a Mr.Pierre París, o sea, encontrar toda la cerámica hecha migajas, es cosa muy corriente, en toda esta región, todo esta deshecho y despedazado, salvo en las necrópolis, en que las urnas y demás objetos funerarios están enterrados a alguna profundidad.

Esto, problema para Mr. París, con todo respeto, hemos de atrevernos a resolverlo como conocedores que somos del terreno en el cual pasamos varios meses al año.

En los alrededores del Cerro de los Santos, en el Llano de la Consolación, en Marisparza, en los Hitos, en Torreones, en el Carrascal, en Sillares y en mil estaciones mas se da este caso; este desastre no es debido a la naturaleza ni a la consciente obra del hombre, el cataclismo es producido por el labrado, por los arados, que al roturar el suelo enganchan con su reja, la cerámica, la cual reducen a polvo.

En Meca existen muchos montones de piedra que forman pequeñas pirámides, son los materiales que constituyeron las casas y murallas de Meca, están en esta forma porque en tiempos lejanos la planicie en que estaba asentada esta ciudad fue destinada al cultivo de cereales y los guijarros estorbaban para dejar paso libre al arado.

Los labradores se cansaron de cultivar terreno tan miserable y al abandonarlo, la tierra se fue apretando dejando en su superficie la cerámica destruida durante los años que el arado puso a contribución el suelo.

Las cisternas llenas, cegadas, lo fueron en aquella epoca en que la tierra movediza se dejaba arrastrar de los grandes turbiones estivales, y de aquí que todo este removido, confuso y esta es la explicación del por que no guardan orden cronológico las capas de tierra que las rellenan.

En la necrópolis conocida de Meca, ya no sucede esto y la cerámica se presenta entera a mas de medio metro del subsuelo.

En la obra de Mr. París como en la de Mr. ángel, no encontramos una afirmación del origen, vida y destrucción de Meca. La descripción que de estas ruinas hace Mr. Pierre París, es real, bonita, y como suya, acertada, los que las conocen les basta cerrar los ojos para creer encontrarse en aquel delicioso paraje, y tiene sobradas razones para observar que sea punto fácil de explotación, y que hay otros lugares a los que con menos motivo se hacen grandes y costosos viajes para visitarlos.

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