martes, 16 de julio de 2013

El Convento de San Francisco

Por aquellas fechas (concretamente en 1.562) había llegado a nuestra "entonces Villa", Fr. Alonso de Llerena, con la piadosa intención de establecer en ella su orden monástica, tras su reciente implantación en varios pueblos de la provincia de Alicante.

Almansa, haciendo honor a su fama hospitalaria, le acogió muy bien y los clérigos que entonces regían la parroquia (D. Luis Gonzalez, D. Alonso Jimeno y D. Jaime Diaz), le prestaron su colaboración, introduciéndole en el circulo social predominante, al tiempo que ejercían su influencia sobre las autoridades civiles.

En este ambiente tan propicio, no tardo el activo fraile en encontrar un almanseño capaz de subvencionar la construcción de un convento. Este hombre, acaudalado y devoto, se llamaba don Juan Merino y se comprometió a costear el levantamiento del citado convento en una propiedad que tenia junto a la ermita de Santiago "distante de Almansa unos cuatrocientos pasos hacia el Mediodía".

En 1.563, el pequeño convento, aunque "construido de material flojo", ya estaba en pie y contaba con todo lo preciso para albergar a doce religiosos.

El 16 de noviembre de aquel mismo año fue aceptado por la orden franciscana y en 1.565 esta comunidad religiosa quedo completamente consolidada en Almansa.

Don Juan Merino, al parecer, no se limito a realizar aquella primera donación, sino que se comprometió en testamento a que el mismo y sus herederos, repararían y reedificarían el citado convento cuantas veces fuera necesario.

Con el tiempo, los frailes ampliaron la ermita de Santiago, juntándola o fundiéndola con el convento (que se llamaba del mismo modo). Las obras efectuadas debieron ser importantes, puesto que en 1.592 todavía no se habían terminado sus bóvedas.

Los frailes "Alcantarinos" (como se les llamaba por ser su fundador san Pedro de Alcántara), se regían por unos estatutos que les obligaban a recitar, en comunidad, el oficio divino sin canto (cosa que has ta 1.565 efectuaron en la iglesia parroquial); tener tres horas de oración mental en comunidad y no cobrar estipendio alguno por las misas. Tanto sacerdotes como legos, debían ir con los pies desnudos y sin sandalias (de ahí el apelativo de "descalzos"), dormir sobre tarimas son un madero por almohada y darse disciplina diaria, excepto los domingos y festivos. Tambien necesitaban licencia de sus superiores para remendar sus hábitos de piezas nuevas, o viejas, de distintos colores.

Aquel genero de vida, tan lejano al actual, proporcionaba a aquellos hombres una aureola de santidad que causaba admiración y respeto entre el pueblo, lo que se traducía en una gran influencia de esta comunidad religiosa sobre la vida social.

Es fama que en este convento vivieron san Pascual Bailon, el beato Andres Hibernon y los padres Alonso y Pedro Lobo.

Una almanseña, doña Juana Aparicio, viuda de don Juan Alarcon, se dio totalmente a la vida espiritual, ingresando en la orden, en la que llego a ser Sindiquesa del convento. Uno de sus hijos tambien ingreso en la orden.

En agosto de 1.608, el licenciado don Bartolome Pastor, máxima autoridad eclesiástica local, aprovechando el entusiasmo y el fervor que la vida de san Francisco de Asis había despertado en toda España, convino con los alcaldes de Almansa, don Juan Barnuevo de Cordova y don Martin Gueruda, nombrar a dicho santo, Patron de Almansa. Y a tal fin, en 24 de aquel mismo mes, se convoco Concejo en la Plaza de la Iglesia, siendo pregonado dicho ayuntamiento en los lugares de costumbre. Esto es, en las esquinas de las calles principales: la de D. Luis Pina (hoy Virgen de Belén), la de San Sebastian (en la actualidad de D. Aniceto Coloma), la de Alori (hoy Aragon) y la de Torralva (actualmente de Pascual Maria Cuenca).

Es obvio, (creo que debo subrayar) que si en aquellas fechas estuviese tan profundamente imbuido en el pueblo el fervor por la Virgen de Belén, a los frailes no se les habría ocurrido intentar nombrar Patrono a San Francisco, que, en definitiva, era un santo forastero.

Prueba de que en aquella época la Virgen de Belén aun no había "calado" en el corazón de los almanseños es que se nombro Patrono de la Villa a san Francisco.

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